Grupos
Gargantilla verde (IV)
Yo tenía entonces un coche muy descuidado en el que los delincuentes no entraban a robar por miedo a contagiarse de la malaria. Resultaba chocante que de aquel trasto se apease alguien como la hermosa mujer de la gargantilla verde sin que se resintiese al instante su reputación. En cierto modo el coche era el reflejo de mi alma destruida por años de vida bohemia y solitaria y con razón aquel psicólogo amigo mío decía que para averiguar mis emociones bastaría con echarle un vistazo al abandono de mi automóvil. Por si ella hacía preguntas, me adelanté a explicarle que mi aseo era más esmerado que el del maldito coche. Ya en el interior del «Corzo» le conté también que cuando el vehículo era nuevo había un gato en aquella calle que corría hasta debajo de él para beneficiarse del calor que desprendía el motor y que el gato se esfumó tan pronto un día vio que por culpa del mal aspecto del coche su lugar al amparo de aquel calor lo había ocupado una rata. «No hará falta decir que esa rata es coherente con el mal estado del coche, pero no refleja en absoluto la limpieza de mi manera de ser», me apresuré a advertirle. A una seña convenida en un lenguaje que nos unía hace tiempo, el barman pinchó en la voz de Rod McKuen «Love´s been good to me», una de esas canciones en cuya letra a uno no le importaría en absoluto verse reflejado. Iba a pedirle que la bailase conmigo, pero no me atreví. Supuse que su respuesta sería una negativa y que lo mejor sería dejar que los acontecimientos se sucediesen por su propio peso, sin que los echase a perder la prisa. «¿Quién canta?», preguntó. «Rod McKuen, un poeta y músico norteamericano. Rod es el autor de la canción. Sinatra la popularizó pero me gusta más esta versión, con permiso de Frank. Le da otro dramatismo; no sé… es… ¿cómo te diría?... suena más íntima, casi como un remordimiento». «No me gustan los remordimientos», contestó. Iba a hacerle una puntualización, pero no me dio tiempo y siguió: "Los remordimientos, la nostalgia… son emociones relacionadas con el pasado. El remordimiento no resuelve la Historia, ni protege de nada. Es como abrir un paraguas hoy para protegerse de la lluvia de ayer». Confieso que su respuesta hizo que se tambaleasen mis planes para aquella noche. Había pagado su cena sin saber muy bien por qué lo hacía y ahora me sentía desarbolado por su rechazo del remordimiento, uno de los rasgos de mi personalidad. Me sentí como si al desvalijarme, un atracador me cobrase también los gastos de desplazamiento.
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