Caso Marta del Castillo

La Ley del Menor frena el caso Marta del Castillo

La Audiencia estudia exculpar al hermano de Carcaño, Francisco Javier Delgado, tras la absolución de «El Cuco», que no fue juzgado como adulto

Imagen de un momento del juicio
Imagen de un momento del juiciolarazon

Sevilla-Casi mil días –997– llevaba la familia de Marta del Castillo esperando para ver sentados ante la Justicia a los adultos acusados del crimen y, apenas un par de horas después, se suspendió el juicio.

El presidente de la Sección Séptima, Javier González, paró la vista a las 12:30 para decidir sobre las cuestiones previas. Entre ellas, la inconstitucionalidad de la causa –al juzgarse también por la vía de menores, lo que podría provocar contradicciones, algo que ya ha sido denegado por distintas instancias–; y la petición de nuevos testigos, entre ellos, el comisario que llevó el caso, Manuel Piedrabuena, el presidente de la comunidad de vecinos de León XIII, los padres de Samuel Benítez y las hermanas de la ex novia del asesino confeso, Rocío. Destaca la solicitud de exculpación del hermano de Miguel Carcaño, al entender su defensa que la única prueba de cargo contra Francisco Javier Delgado es una declaración de «El Cuco» que no fue tenida en cuenta en su propia causa. Es decir, si la Justicia ya ha dicho –todo ello pendiente de la revisión del fallo, que se conocerá esta semana– que Javier García ni violó ni mató a Marta, el entonces menor tampoco habría estado en el lugar de los hechos y, por tanto, tampoco tendría validez la acusación que realizó sobre el hermano de Carcaño. Se trata de una causa en la que los imputados antes fueron llamados como testigos y en la que menor condenado por encubrimiento no está imputado. Los familiares de la víctima sienten que el sistema beneficia «al que miente y al que mata». La acusación particular y el Ministerio Público se agarran a que Delgado no tiene coartada. «Nadie lo vio en su bar».

Minuto a minuto
Los alrededores de la Audiencia de Sevilla eran un hervidero. A medida que avanzaba la mañana, el Prado de San Sebastián se llenó de pancartas y gritos de «asesinos». A las 9:32 llegaron los padres de la víctima, testigos en la causa, con «pocas esperanzas». A las 9:35, los fiscales. A las 9:40, Samuel Benítez, pálido y delgado, con gafas de sol, repitiendo jersey y los gestos contrariados ante los insultos. Samuel lanzó una «peineta» con furia de lanzallamas desde el taxi en que se refugió a la salida de la vista, protegido por una docena de policías nacionales. A las 9:45, llegó el furgón de Carcaño. Samuel y Miguel –más delgado también, cariacontecido, con la tez mortecina– tienen hasta el mismo corte de pelo. Su hermano se ha dejado barba y la novia de familia bien de éste, María García, se ha teñido el pelo de color de cobrizo. Ambos entraron de la mano al juzgado, a las 8:55. En la primera bancada del público se situaron varios tíos y el abuelo de Marta, José Antonio Casanueva, que aguantaron con temple la lectura, por dos veces, de los hechos, incluyendo el detallado proceso de la violación y el asesinato de la víctima.

Los padres de Marta no son los únicos que abogan por la reforma de la Ley del Menor. María del Mar Bermúdez, madre de Sandra Palo insistió ayer en el endurecimiento de las penas en los casos de extrema gravedad. Por su parte, Juan José Cortés, padre de Mari Luz, solicitó cambios en la legislación porque «una ley no puede ir en contra de la constitución, hay que reformar alguna de las dos».

En cualquier historia hay dos versiones, la propia y la de los demás. En este caso, las posibilidades son múltiples. La defensa de Carcaño, de entrada, admite un homicidio. El resto de imputados se declara inocente. La voz del asesino confeso aún no ha resonado en la sala. Si el juicio continúa, tras análizar las escuchas, deberá ser el primero en testificar. Su testimonio es un misterio. Ni su abogada sabe qué dirá. La familia, a estas alturas, considera un milagro que alguno diga dónde está Marta del Castillo.


El asesino confeso, sereno y frío
Dentro de la sala, Miguel Carcaño estuvo flanqueado por dos agentes y tras él otro más, que impedían que fuera captado por la cámara que reparte la señal institucional. Durante la sesión permaneció en todo momento sereno y con una actitud fría. Justo delante de él, su hermano, Francisco Javier Delgado, que, de cuando en cuando, agachaba la mirada; a su izquierda, María García; y a la derecha, Samuel Benítez. Todos permanecieron tranquilos frente al tribunal.