Cataluña
Una marea imparable llena de color las calles
Miles de peregrinos corearon ayer al Papa a su llegada a la capital
MADRID- Benedicto XVI pisó suelo español a mediodía, pero miles de peregrinos, emocionados y nerviosos, se echaron a las calles madrileñas a primera hora de la mañana. Su recorrido, de Barajas a la Nunciatura, se llenó de cánticos, pancartas y confeti. A los jóvenes se los veía inquietos y respondían exaltados: «Hemos viajado desde California. Somos 40 chicas y sólo necesitamos decirle que le queremos y que estamos aquí por y para él», comenta Cecile, de 20 años. Ella anima, junto al resto de compañeras estadounidenses, al grupo de jóvenes que atraviesan corriendo la calle Velázquez: «Venimos desde Avenida de América y ya no podemos más», dice un grupo de niños con respiración entrecortada pero que no dejaban de sonreír.
Parece que a ninguno de los presentes les molestaron ni el sol ni el breve chubasco con el que amaneció la ciudad. Todos, ataviados con sus banderas y sus camisetas amarillas con el logo de la JMJ, esperaban la llegada del papamóvil. Los puentes que enmarcan la radial de Madrid (M-30) estaban adornados con banderas vaticanas y decenas de rollos de papel con los colores blanco y amarillo decoraban vallas, marquesinas y farolas. Todo era un símbolo, un emblema. El de la celebración y la multitudinaria acogida de un país que lleva más de dos años preparando esta visita.
Minutos después de que el Airbus del Papa aterrizara en el aeropuerto de la capital, los peregrinos que se agolpaban en el centro conocían la noticia: «¡Ya ha llegado!», exclamaba una mujer mientras salía de una cafetería donde se estaba retransmitiendo, minuto a minuto, la llegada. Fue entonces cuando numerosos grupos, llegados de diferentes puntos del mundo, se pusieron en pie y corearon al unísono: «Sí, sí, sí, Benedicto ya está aquí». La frase se generalizó: los idiomas y las diferencias culturales se disiparon y la fiesta llegó a Madrid. También desaparecieron las diferencias de edad. Ana, Laura y Jesús, trillizos de 12 años, cantaban a Benedicto XVI con la ayuda de su abuela Ana María: «Me emociona poder disfrutar de la presencia del Papa con mis nietos. Ellos están, incluso, más emocionados que yo», explicó orgullosa. No es la única peregrina que supera los 70 años. «Yo también soy joven», se reivindicaba Arturo, «aunque tengo 78», le inisistía a una adolescente mexicana con la que compartía el reducido espacio desde el que, no sin cierta destreza, pudieron ver pasar al Pontífice.
Las nuevas tecnologías es uno de los atractivos de esta JMJ. Por eso no extraña que, ante la inminente llegada del papamóvil a la calle Francisco Silvela, uno de los jóvenes fuera avisando, gracias a su teléfono móvil, de la situación exacta de la comitiva. «Ya llega. Levantaos, que viene», avisaba. Un grupo de voluntarias, nerviosas, sostenían los 100 globos que soltaron a su entrada. Y el Papa entró en Madrid. Su paso fue fugaz, apenas un vistazo rápido. Pero no dejó indiferente a nadie. «Ésta es la juventud del Papa» y «Somos adictos a Benedicto» fueron dos de las proclamas más seguidas a lo largo de los primeros 14 kilómetros que recorrió.
El equipo de animación de la organización preparó varias acciones a lo largo del recorrido. Además de la suelta de globos y del pasamanos de banderas con el que se quiso mostrar la universalidad y la unidad de la Iglesia, el Santo Padre, a su paso por la plaza de Cataluña, pudo ver cómo se alzaban imágenes de la Virgen María. «¿La Virgen te parece la más guapa? Vente con una foto y levántala al paso de Benedicto XVI», anunciaba el equipo de animación por Facebook.
Una imagen de sal con las iniciales de la JMJ anunciaba el final del recibimiento a la entrada de la Nunciatura, donde el Papa se detuvo unas horas a descansar.
Un grupo de más de veinte niños acudieron al edificio de la Santa Sede en Madrid para despedir al Papa antes de que retomara su camino hacia Cibeles. Aunque su secretario, monseñor Georg Gaenswein, le animaba a que continuara con el recorrido, él siguió compartiendo abrazos con los pequeños, saltándose el protocolo. Se acercaba la hora y los jóvenes cada vez estaban más nerviosos y ondeaban sus banderas con más intensidad. Todos querían acercarse al Santo Padre y él, con su gesto, se dejó querer.
La Almudena recibe al Papa
LA RAZÓN se engalanó al paso de la comitiva del Pontífice, desplegando en su fachada una pancarta de grandes dimensiones con la imagen de Nuestra Señora de la Almudena, patrona de Madrid, que sirvió para dar la bienvenida a la Jornada Mundial de la Juventud a Benedicto XVI. Asimismo, unos 3.000 globos aproximadamente con los colores de la bandera vaticana se lanzaron al cielo de la capital española mientras cientos de personas abarrotaban los puentes de la A-2 en la ruta que llevó al Papa desde el aeropuerto de Madrid-Barajas hasta el centro de la ciudad.
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