Nueva York

La tecla del color verde

La Razón
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Una de las pocas enseñanzas de esta crisis –y es probable que incluso la única– tal vez sea que no existen enseñanzas ni seguridades plausibles, al menos en lo que respecta a la economía. Del milagro económico irlandés, el español o el portugués pasamos al estrépito de sus economías sin solución de continuidad en apenas unos meses y sin anestesia posible; de los gurús que firmaban best-sellers sobre el triunfo en los negocios y la empresa, a esposarles seguidamente y exigirles explicaciones en sesiones solemnes del Congreso. Por no saber, ni siquiera sabemos todavía por qué suben o bajan las Bolsas, Sancta Sanctorum del sólido e inescrutable liberalismo, que un día pueden bajar once puntos seguidos con la misma celeridad con la que al siguiente pueden subir catorce. El sistema es de tal precisión y sus resortes de tanta seguridad que una buena mañana a un operario de Nueva York con los dedos hechos huéspedes le da por tocar una tecla equivocada en el índice de una empresa de detergentes y en el mismo acto manda por el desagüe toda la estructura económica cimentada en occidente desde la Segunda Guerra Mundial. Aunque no deja de tener su gracia, no me digan que no tiene que ser cosa de valientes atreverse a hacer pronósticos en estas condiciones o incluso pretender realizar un análisis certero sobre la propia realidad con tan esquivos antecedentes. Si sube el paro, es posible que signifique que baje el déficit y si baja lo segundo puede que en Oriente Medio vayan a subir el petróleo. Pues estando las cosas como están, haylos, y me refiero a los valientes. En medio de la interminable cascada de parados y de números rojos, alguien en este país quiso ver «brotes verdes» en las polvorientas estepas del secarral económico y, aquí mismo, la consejera de Presidencia acaba de ver «números verdes». La diferencia entre los «brotes» y los «números» –verdes, por supuesto– está claro que no es el color, por lo que entiendo que quizá el tema consista en una cuestión de tamaño. María del Mar Moreno ha visto «números verdes» igual que los pastorcitos de Fátima vieron a la Virgen del mismo nombre, pero si de milagro puede calificarse lo primero, sólo de experimento científico podría llamarse a lo segundo. Ver brotes verdes puede ser un accidente de la visión, pero ver verdes los números es cuestión de hacérselo mirar. O eso, o María del Mar Moreno se ha equivocado de tecla y le ha dado a la de Don Limpio, de la empresa Procter and Gamble.