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Soberana goleada del Barcelona

Proporcionalmente a la caída del Ibex (2,33%) en España, crecía la expectación por el Barcelona-Madrid en todo el mundo, con una audiencia estimada de 400 millones de espectadores. Prometía el clásico. No defraudó... A los seguidores azulgrana, radiantes al final del encuentro porque entraron expectantes al Camp Nou, dada la trayectoria ascendente del rival, y salieron con una sonrisa de oreja a oreja y líderes. Los madridistas, en cambio, recibieron un chaparrón, de fútbol y de goles, otra «manita», los que no habían encajado con Pellegrini. Mourinho tiene trabajo por delante.

Villa, con dos goles en la segunda parte, sentenció el partido
Villa, con dos goles en la segunda parte, sentenció el partidolarazon

El Madrid desencantó, apenas opuso resistencia y facilitó el triunfo del Barça, implacable. Guardiola superó a Mourinho, le dio un repaso táctico, y el Barça pasó por encima del Madrid, que no dio la talla. Sólo se equilibró el juego cuando Pep provocó a Ronaldo y durante unos minutos la tensión y los malos modos se abrieron paso entre el espectáculo. Mas la suerte estaba echada.

Debido a un problema lumbar, momentánemente irreparable, Higuaín dejó su sitio a Benzema, en mala hora. Fue la única novedad en las alineaciones previstas. Karim no podía soñar un escenario mejor para demostrar que después de perder cuatro kilos apareció el futbolista... Pero, no. Pasó inadvertido, en la primera y en la segunda parte.

La primer mitad fue tiempo suficiente para que el Barcelona pasara por encima del Real Madrid, le hiciera dos goles y diera una soberana lección de fútbol hasta que Guardiola (min 32) cogió el balón en la banda y en lugar de entregárselo a Cristiano Ronaldo se lo enseñó y lo tiró para otro lado. Gesto impropio de este caballero del fútbol. El portugués le empujó y se organizó la marimorena. Saltó Iniesta primero, se fue a por «CR7», luego llegó Valdés y se unieron todos los demás a la trifulca. No llegó la sangre al río; Iturralde zanjó la cuestión con sendas amarillas a Ronaldo y a Valdés. Pero el daño ya estaba hecho y el entrenador azulgrana se libró milagrosamente de la amonestación que hubiera merecido por desconsideración hacia un contrario, que le empujó a él como podía haberlo hecho a un recogepelotas.

Hasta el incidente, el que jugaba al fútbol era el Barcelona y el que no sabía cómo hacerlo era el Madrid. El partido lo dominaban Xavi, Iniesta, Busquets y Messi, y lo remataban Villa y Pedro. La única constancia del centro del campo del Madrid respondía a Di María; el único peligro, por su afán en construir, a Cristiano. El resto, superado. A los seis minutos avisó Messi con un tiro al poste que dejó pasmado a Casillas. Sólo cuatro después, Iniesta trazó un centro que llegó a los pies de Xavi, que superó al meta madridista.

Demasiado fácil para el Barça y demasiadas facilidades del Madrid, inexistente arriba, inconsistente en la media y un flan en la retaguardia, evidencia manifiesta cuando Villa ensayó un centro-chut desde la línea de fondo que a Iker se le escapó de las manos y que Pedro, de nuevo por encima de Marcelo, remató a puerta vacía. A los 18 minutos, 2-0. Mejor panorama para el Barça, imposible. Di María se fue a la derecha para mejorar el contragolpe; quizá por la banda de Abidal; pero Abidal no regalaba un centímetro y además subía con criterio.

El Madrid no se encontraba y el Barcelona, que movía el balón con celeridad y precisión milimétrica, que lo escondía y lo hacía aparecer con la destreza de un mago, perseguía el tercer tanto. Lo pudo marcar Pedro, pero esta vez se anticipó Casillas. Llegó así la tontuna de Guardiola, la respuesta airada de Cristiano y el fútbol se diluyó entre faltas y malos modos.

Iturralde intervino a tiempo para que el encuentro no se le fuera de las manos. No atendió a las quejas de Cristiano, que le pidió un posible penalti de Valdés; y enseñó la amarilla a Messi por simular que Carvalho le había dado un codazo. Así, con fútbol primero y encontronazos después, acabó la primera parte, y con las defensas de los dos equipos rozando el círculo central. Los dos aplicaban el achique de espacios; pero sólo los azulgrana sabían cómo profundizar. Lo vio Mourinho y tras el descanso Lass relevó a Özil.

El intento de «Mou» por apuntalar su centro del campo resultó vano. Antes de que Villa lograra el 3-0 en fuera de juego, el Barça había avisado dos veces. A la tercera fue la vencida: Messi inventó un pase imposible y el «Guaje» engañó a Casillas y al árbitro. No se había repuesto el Madrid de este mazazo cuando recibió el cuarto, otro envío prodigioso de Messi y un sutil remate de Villa entre las piernas de Iker.

Con media hora por delante, el visitante trató de limitar los daños y el Barça, por obra y gracia de Jeffren, hizo el quinto, para mayor humillación de Mourinho, rebasado y sin capacidad de respuesta. Luego Ramos perdió el oremus, fue expulsado por un patadón a Messi. El Barça fue fiel a sí mismo; el Madrid, un desconocido.