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Los filántropos

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Hace no mucho alguien me decía que para sacar adelante una fundación cultural tiene que haber detrás un mecenas y, sin duda, esta persona tenía más razón que un santo, pero ocurre que en España no hay cultura de mecenazgo y las fundaciones tienen que ampararse al abrigo de las instituciones oficiales, que las convierte en públicas, con el riesgo de que giren las tornas de la política, llegue un gobierno retorcidillo y esa institución pase al ostracismo más absoluto. En España no hay cultura de mecenazgo, es cierto, y tampoco hay cultura filantrópica. Aquí, salvo honrosas excepciones, que las hay y no debemos obviarlo, los ricos se lo comen todo con su pan untado con el aplauso de sus sucesores que, o bien incrementan el fortunón con más fortuna o lo pulen miserablemente porque no han heredado el talento de sus ascendentes.
A partir de ahora los poderosos del dinero quizá secunden la iniciativa de los Gates, los Bloomberg o los Ellison y arrimen el hombro en una causa común. Se une el poderío económico mundial para cubrir las fallas de la humanidad en cuanto a educación, civilización de los pueblos, alimentación y tantos otros problemas a los que asistimos impasibles quienes hemos tenido la suerte de nacer en el mundo occidental. Impasibles o mejor debería decir impotentes, porque es cierto que una todo suma, pero no es suficiente. Los 230.000 millones de dólares que van a aportar los más ricos sí serán eficaces. Hablaba Machado del secreto de la filantropía, que no es más cosa, ni tampoco menos cosa que la generosidad, una virtud de la que muy pocos hacen gala. Por suerte todavía quedan unos cuantos. Bien por ellos.