Israel
Intoxicación
Más de un cuarto de millón de cotilleos internacionales de nivel medio y bajo dan para mucho. Siguen coleando después de más de una semana y los efectos de los daños ocasionados pueden durar un par de años, si es que el sitio web que los lanza no tiene ya preparada, o consigue, otra remesa que alargue la desconfianza en la capacidad del Estado americano para guardar secretos.
Afectan a docenas de países y muchos centenares de líderes y están recibiendo una atención, cada uno en lo que le toca, que excede enormemente la que el Departamento de Estado pudo haberles concedido a medida que llegaban. Esto es lo que tiene la superabundancia de información. Gran parte se queda sin utilizar. Son muchos los que envían, pocos los que reciben, estudian, digieren y distribuyen.
No ha aparecido un solo documento de enjundia. Un memorándum, informe o análisis de alto nivel con revelaciones importantes. Se trata de funcionarios de embajada que informan y opinan sobre todo lo que ven y oyen. Las filtraciones demuestran que están alerta y hacen su trabajo con diligencia y profesionalidad y son menos ingenuos de lo que aparentan. No todo lo que trasmiten tiene por qué ser rigurosamente exacto ni sus opiniones infalibles, pero todo está escrito para los ojos solos de sus destinatarios. No hay sorpresas pero sí infinidad de indiscreciones altamente embarazosas y por ello dañinas. Durante un tiempo los diplomáticos americanos obtendrán muchas menos confidencias, tendrán menos contactos y se arriesgarán menos a dar sus opiniones. Los documentos corroboran todo lo que sabemos y si algo no se sabía podía perfectamente sospecharse. Así pues, una de las cosas importantes que demuestran es que los medios de comunicación y los analistas de los «think tanks» nos proporcionan con notable aproximación el cuadro general de lo que sucede en el mundo.
El daño es tanto mayor cuanto menos transparente sea el sistema del país concernido y más importante la política en juego. Esto vale sobre todo para Oriente Medio, donde queda ampliamente documentado el bien conocido deseo de los árabes de ser liberados del peligro iraní y por lo tanto su coincidencia de intereses con Israel. Nada de extraño, pues, que haya contactos con el Mossad, pero la revelación es absolutamente tóxica para sus protagonistas.
Ahmadineyad no ha dejado de explotarla, al tiempo que lo que a él se refiere es lo suficientemente nocivo como para que denuncie toda la empresa como una manipulación de Washington.
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