Londres

La fiebre del oro

En España se venden entre 500 y 800 kilos diarios de joyas, algunas robadas, que luego se funden en Suiza para hacer lingotes, un valor seguro en el mercado. Recorremos toda la cadena 

La fiebre del oro
La fiebre del orolarazon

La «nueva fiebre del oro» no está, desgraciadamente, protagonizada por Glenn Ford ni la bella Ida Lupino. Desde 2006, el robo al descuido, el asalto a hogares y los más sofisticados métodos de sustraer el «aurum» ajeno, no han cesado de aumentar, según fuentes del Departamento de Delincuencia Organizada de la Guardia Civil.

Aunque las alhajas siempre han sido objeto de deseo de los ladrones, ahora se han convertido en una prioridad: resulta fácil de hurtar, nada complejo de introducir en el mercado negro –así como deshacerse de pruebas– y su precio se sitúa en máximos históricos, dada la fluctuación de las bolsas (esta semana, alcanzaba 28 euros el gramo de 18 quilates). Por ende, resulta un valor refugio, incluso para los delincuentes.

El patrón de actuación es muy variado: desde los tirones en la calle –al más puro estilo «El Vaquilla»– hasta las empleadas del hogar que sustraen joyas poco a poco, sin olvidar las cuadrillas de ladrones que asaltan casas con intimidación, especialmente si saben que las habitan ancianos o discapacitados.

Son estos colectivos los más perjudicados por la nueva oleada de delincuencia, resumen fuentes policiales y de la Guardia Civil, que incluso han puesto en marcha un dispositivo de charlas para prevenir estos hurtos. «Pero el grado de sofisticación llega más lejos –aclara Carmen Sanz, jurista de Instituciones Penitenciarias–, se han producido detenciones a ladrones que se han tragado el cordón de oro recién robado para no ser detenidos.

También quienes se hacen pasar por trabajadores de banca para introducirse en una vivienda donde vive una pareja de la tercera edad, con la excusa de un regalo y hasta quienes convencen a amigos para que sustraigan joyas a sus padres y les intimidan para venderlas a locales de compra-venta».

Aunque algunos siguen decantándose por el robo de marihuana o de terminales de móviles y «tablets», en un momento de crisis como ésta –por la que incluso los carteristas están en pleno retroceso porque nadie lleva dinero metálico en el monedero–, el oro es el único valor seguro.

Los autores de esta tendencia delictiva con altos y rápidos beneficios para el delincuente, empiezan a estar acotados por las Fuerzas de Seguridad del Estado: los tironeros, o cadeneros, suelen ser jóvenes con una media de 24 años de edad y de nacionalidades diversas: españoles, dominicanos, marroquíes, argelinos, colombianos, ecuatorianos... Más del 50 por ciento de los detenidos son extranjeros que llegaron con intenciones laborales a España pero se han quedado sin trabajo y, en lugar de regresar a su país, se han visto abocados al delito. Son fuertes y jóvenes y su objetivo suelen ser personas mayores.

Las ancianas son la diana de los «cadeneros».
Si hace una década provocaban el tirón desde una moto o bicicleta, en los últimos tiempos lo hacen a pie: siguen a su víctima potencial y al llegar a las inmediaciones de su inmueble o al penetrar en el portal, se abalanzan sobre ella, la amenazan y le roban lo que lleva.

El robo «común» en interior de viviendas –sin entrar en el modus operandi de las bandas organizadas– ha ido mutando por aquellos que «ante el oro se humillan». Bajo cualquier pretexto, como postularse como mensajeros, empleados de banca, vendedores a domicilio y demás estratagemas domiciliarias, consiguen penetrar en viviendas de los colectivos más débiles, ancianos, discapacitados, enfermos.., y registran los escondites de joyas, monedas y demás alhajas, dándose a la fuga en un corto espacio de tiempo.

¿Qué se hace con lo robado?
Si un tercio de las sustracciones que se producen en nuestro país suponen el robo de oro, platino y diamantes –pese a que haya aumentado el esclarecimiento de estos delitos en un 11,4 por ciento–, ¿será porque tienen buena introducción en el mercado? ¿O porque el ladrón obtiene un luengo beneficio y se deshace fácilmente de sus pruebas?

Las tiendas de compraventa de oro, que apenas piden documentación, se sitúan en el ojo del huracán: «No todas somos iguales. No es lo mismo un "perista"–que es consciente de comprar material robado– que una empresa especializada con más de 30 tiendas en todo el país», matiza Luis Montero, gerente de la cadena de establecimientos «Compro oro». «Es casi imposible –prosigue– que a uno de nuestros locales llegue un delincuente para "blanquear"una pieza robada. No somos su receptor habitual. Primero, porque el perfil de nuestro cliente suele ser una mujer de clase media que agobiada por las deudas vende poco a poco las joyas que tiene en casa para tapar agujeros; y en segundo término porque llevamos un libro de registro policial» –del que se hizo uso durante este reportaje, para vender una joya y comprobar el procedimiento–.

Limpios de toda sospecha, a locales como éste, se accede atravesando dos puertas de seguridad, se entrega la alhaja, que se desprende de todo lo que no sea oro, se pesa y se ofrece al cliente al precio que el gramo de 18 quilates tenga ese día, según mercado. «Si observamos algo raro en el cliente, o que su nombre no coincide con las iniciales de la joya que trae, que viene con una cantidad desmesurada de material o cualquier otra circunstancia de alarma, no se procede a la compra», resume Luis Montero, «pero tampoco porque el Plan Operativo Funcional Oro (Pofo), elaborado por la Dirección General de Policía para potenciar la inspección policial y el control sobre los establecimientos de compra-venta haya hecho nada en particular. Funcionamos como debemos y punto».

Alemania, la que más compra
Y lo comprobamos: tasado el objeto, se le despoja de las piedras –que se le ofrecen al cliente–. Sólo compran oro, plata o platino. Se le pide el DNI al vendedor y se procede a la firma de una factura que detalla el motivo de la transacción. «Instantáneamente –y después de entregarse en metálico el dinero al usuario– se inscribe su nombre, DNI, y características de la joya en un libro de registro de la Policía, «que pueden revisar en cualquier momento, por si tienen una sospecha de alarma, siguen alguna pista o tienen cotejada alguna denuncia.

Pasados 15 días, se traslada a una fundición en Suiza, en pequeñas cajas de mensajería cuya finalidad es ser "licuado"y convertido en lingotes». «El mercado de compra más fuerte en recepción de oro es el alemán, seguido del chino y otros países siempre dispuestos como EE UU o Emiratos Árabes», aclara Gabriel Ruiz, director comercial de «Oro Inversor», una de las compañías más importantes de inversión en metales preciosos de nuestro país.

Las refinerías que funden el oro preparan lingotes con diferentes destinos: «Puede ser, desde el de 24 quilates y un peso de 400 onzas que compran los bancos centrales –como Alemania el año pasado, que adquirió 60 toneladas–. O el de menos de un kilo que puede adquirir un inversor privado», explica Ruiz.

Respecto del oro que nos atañe, el que proviene del aumento de robos, es considerado como «oro chatarra», pese a su valor y menor devaluación que cualquier otro bien. Se calcula que «en nuestro país se logran entre quinientos y ochocientos kilos diariamente de este metal». No en vano, ocupamos el vigésimo puesto, en el ránking de estados –según el «World Oficial Gold Holdings»– de venta de este metal amarillo.

Se ignora si los ladrones leen la prensa, conocen el objeto de inversión de las grandes fortunas o si la necesidad agudiza el ingenio. El caso es que, igual que los más avispados supieron ver la crisis venir, como toda buena ley no escrita: en tiempos de declive económico hoy saben que el poderoso «caballero llamado oro» ha triplicado su valor y que, frente a cualquier burbuja, el líquido amarillo –no como ocurrió con la del ladrillo– es un preciado valor garantizado, que no pierde su valor.

Sigue siendo el «poderoso caballero» que naciera en la Indias honrado y venía a morir en España, siendo en Génova enterrado, pues –y siempre retorciendo a Quevedo– sigue siendo hermoso, aunque sea fiero... Aunque fiereza sea el precio de obtenerlo.

Una vez que ha decidido cambiar el oro por efectivo, se va a la tienda y empieza el proceso

1. Pesado de la joya.
2 y 3. Se comprueban los quilates del oro. Después se pide el DNI al vendedor de la joya y se le hace una factura sin IVA.
4. Se paga.
5. Se inscribe el nombre y el DNI y características de la joya en un libro de registro de policial.
6 y 7. Pasados quince días, se traslada la fundición a Suiza en pequeñas cajas de mensajería para ser licuado en lingotes.
Además, Gabriel Ruiz, director comercial de «Oro inversor». www.oroinversor.com, nos da una serie de claves sobre el universo del oro:
–Distinguir el de 24 quilates, para inversión, del de 18 quilates, para joyería.
–Los países y bancos centrales compran lingotes de 400 onzas mientras que la inversión particular se realiza en lingotes desde 1 y hasta 2 kg, que es lo máximo.
–Para un país no es positiva la salida de oro, porque supone pérdida de divisas.
–Un particular puede comprar oro para tenerlo en su poder o adquirir participaciones de barras de 400 onzas.
–En la zona euro, está exento de IVA y cuando se vende, la plusvalía obtenida tributa como ganancia patrimonial. Es crucial que los lingotes lleven el certificado de una refinería con homologación del mercado de Londres, que es como un DNI.
–EEUU es el país que más oro posee en el mundo. Sus reservas en oro ascienden a 8.133,5 toneladas, lo que representa el 75,4% de sus reservas de divisas.