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Jane Russell la censura eterna

Era exuberante y el excéntrico magnate Howard Hughes la convirtió en los años 40 en objeto de deseo. La actriz falleció ayer a los 89 años. Y vuelve a poner en primer plano el debate sobre la censura en el cine, ahora que EE UU veta la versión íntegra de «El discurso del Rey» por incluir tacos.

 
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La culpa de que Jane Russell fuera conocida años antes de que su primera película se estrenara la tuvo el Código Hays, que fue abolido en 1968. La censura se ensañó con «El forajido» (1943), producida y dirigida por el excéntrico multimillonario Howard Hughes, que fue quien descubrió a la actriz y le firmó un contrato en exclusiva por siete años, durante los cuales no pudo interpretar ninguna otra película. Basada en la famosa historia de Pat Garret y Billy el Niño, fue filmada en 1941, pero no se estrenó hasta dos años después, en 1943, y de forma bastante limitada.

La Liga para la Decencia Americana tuvo dos buena razones para prohibirla y retrasar su estreno durante seis años: los pechos de Jane Russell. Unos senos tan enormes y apetecibles para los muchachos que combatían en Europa contra Hitler que su publicidad corría de mano en mano en las revistas sensacionalistas.

La anti-Garbo

Pechos como nunca antes se habían visto en el «star-system» de Hollywood, poblado por estrellas exóticas y con un aura perversa como Garbo y Marlene, pero carentes del erotismo salvaje que poseía Jane Russell. Aún faltaban unos años para que, finalizada la Segunda Guerra Mundial, las «maggioratas» italianas impusieran en el cine los senos grandiosos y las nalgas ingrávidas que se movían como pocillos de gelatina de fresa, y Jane Mansfield parodiara su exuberancia y también la de Marilyn Monroe, en «The Girl Can't Help it» (1956).

Silvana Mangano en «Arroz amargo» y «Ana», con la famosa escena del bailón, y Sofía Loren en las comedias neorrealistas, copiaron su lujuriosa provocación, incluso el mohín despectivo que tenía su boca.

El tipo de nueva estrella que Jane Russell representaba a comienzos de los años 40 era mucho más próxima y disponible que los grandes mitos del viejo Hollywood. La carnalidad de la actriz resultaba tan sumamente evidente que todo hacía pensar que su presencia sensual y sus ademanes provocadores incitaban a los hombres a disponer de ella. Un modelo de bomba sexual que, sin su estruendosa aparición en el cine, seguirían también la mayoría de las estrellas y pin-ups norteamericanas de los años cincuenta, como Marilyn Monroe, Ava Gardner, Lana Turner y Rita Hayworth.

Howard Hughes, que además de consumado aviador fue un ingeniero aeronáutico excepcional, vivía tan obsesionado por los pechos de las mujeres que diseñó un sostén especial, que estaba basado en la aerodinámica ascensional que poseían los paracaídas, para que los de su nueva estrella resaltaran exultantes y turgentes en la famosa escena del granero, donde Jane Russell aparece tumbada sobre el heno con una pose tan provocativa que hasta ese momento se desconocía en el cine, mordisqueando indolente una paja. La escena la catapultó al estrellato y la película cosechó un éxito impensable tras años de prohibiciones. En España no se estrenó hasta 1976.

Como buen obsesivo, Hughes había basado la película y su promoción en la idea de resaltar los pechos de su estrella. En realidad, la cinta está centrada en Pat Garret y Billy el Niño, y la presencia de Russell estaba destinada a potenciar el alto voltaje que llevaba aparejada la escena del pajar. En 1946 se inició la campaña publicitaria con un aeroplano que describía en el inmenso cielo de San Francisco dos grandes círculos con un punto en el centro. No había necesidad de adivinar a qué hacía referencia el reclamo.

Jane Russell volvió al cine diez años después con la comedia «Los caballeros las prefieren rubias», de Howard Hawks, amigo de Hughes, y de quien se dice que dirigió múltiples secuencias de «El forajido». El tándem con Marilyn Monroe no podía resultar ante las cámaras más explosivo para interpretar a las dos pueblerinas de Little Rock que tratan de engatusar a un millonario y casarse con él. Una historia basada en el libro de Anita Loos, famoso por sus réplicas mordaces y el aura sofisticada del viejo Hollywood.

Nunca Jane Russell lució tan hermosa y divertida como en esta comedia musical. La escena que se desarrolla en la piscina, en la que baila con un grupo de culturistas es el epítome del erotismo sin tapujos ni oropeles. En el fondo, destilaba en las comedias un aire de candidez y distanciamiento bastante alejado de la imagen de bomba sexual en la que fue encasillada.


En defensa de los menores
Jane Russell fue una mujer preocupada por su comunidad. Hasta hace unas semanas era uno de sus miembros más activos. Por eso, sus familiares han pedido que en vez de enviar flores a su domicilio, se hagan donaciones en nombre de la actriz a dos organizaciones: el centro de acogida para embarazadas Care Net Pregnancy & Resource, de Santa María, y el grupo CASA, de Santa Bárbara, de ayuda para menores.

Su nuera, Etta Waterfield, que fue quien confirmó su muerte, aseguró que «ella siempre dijo que quería morir al mando, que no quería sentarse en casa y convertirse en una anciana, y eso es exactamente lo que ha hecho». Russell se volcó tanto en las actividades de la iglesia como en distintas organizaciones.