Bruselas
Alternativas por Lorenzo Dávila
En vísperas de un posible rescate, uno de los temas que puede verse afectado es el diseño del «banco malo». La dificultad de captar recursos internacionales para fondearlo lleva a la necesidad de hacerlo con bancos españoles, lo que supone un claro conflicto de intereses, pues el capital lo pone parte del sistema que va a volcar activos a este nuevo banco. Esto está llevando a una gran presión de estas entidades para que los activos que aporten tengan más valoración que los de otras, lo que puede forzar al fracaso.
En función de lo que decidan los «hombres de negro» de Bruselas, cabe la posibilidad de distintas estrategias. La más interesante podría ser el «banco malo a la irlandesa»: se crea sólo uno para recoger la porquería del sistema y todo el coste corre a cargo del Estado o contribuyentes, algo que se quiere evitar pero que a la larga es a lo que parcialmente lleva el diseño actual. Otra es la sueca: un «banco malo» para recoger la porquería del sistema en el que antes de poner un duro de los contribuyentes, se «estruja» a los bonistas. El caso extremo es Islandia, donde el coste lo pagaron los acreedores.
El «banco malo a la alemana» crea uno por cada entidad insolvente. Parece descartado, pero los «hombres de negro» podrían plantearlo. En éste, los bancos transfirieron los productos estructurados, no los préstamos normales, al «banco malo».
Los activos fueron comprados al mayor precio entre el 90% del valor en libros y el valor económico a largo plazo. La deducción del 10% del valor en libros podía ser inferior en caso de que el «core capital» cayera por debajo del 7%. A cambio, el banco recibía valores garantizados por el Estado alemán y se determinaba el valor fundamental de los activos transferidos.
El banco tenía que proporcionar información sobre el valor actual confirmado por expertos independientes y las autoridades de supervisión.
Por otro lado, el banco tenía que pagar una compensación anual al «banco malo» por la diferencia entre el valor de transferencia y el valor fundamental, dividido por el número de años hasta el vencimiento para asegurarse de que el «banco malo» no termina con una pérdida. La restricción de esta indemnización al «banco malo» es el dividendo a los accionistas del banco. Si los dividendos en un año se encuentran por debajo de la cantidad de compensación requerida por el «banco malo», las compensaciones serían mayores en los años posteriores.
Un esquema de este tipo permitiría un trato diferenciado entidad por entidad, al tiempo, que se garantiza que no va a existir, al menos sobre el papel, un coste para los contribuyentes, sino que de alguna manera va a quedar absorbido por aquellos que han tomado posiciones de riesgo en los mercados (accionistas) si bien diferido a lo largo del tiempo.
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