Argentina
Y a partir de 2011 por Carmen GURRUCHAGA
El súbito fallecimiento de Néstor Kirchner deja a su esposa, la actual presidenta argentina, sin la voz política de su marido, a veces demasiado estridente. Tanto que llegaba a impedir escucharla a ella, más moderada, dialogante y negociadora, aunque no menos rotunda.
Las crónicas sobre el ex presidente, que ha muerto en su tercer problema serio de salud en los últimos nueves meses, contarán las acciones positivas y negativas acaecidas en sus dos mandatos. Es cierto que en estos años Argentina creció un 8% anual; se aumentaron el salario y las pensiones mínimas y se rebajó el índice de pobreza. Además, reformó la Corte Suprema de Justicia y las Fuerzas Armadas y renegoció la deuda externa.
Pero su carácter «mandón», de caudillista poco dialogante, ha dejado un partido peronista dividido en dos facciones. Por un lado los Kirchner y sus seguidores y en el otro todos los agraviados a la espera de venganza. Y a éstos tendrá enfrente la actual presidenta del país, ya en solitario, hasta la elección del candidato para 2011 en la que el «elegido» era el mandatario desaparecido.
Al margen de la tristeza que en estos momentos debe de haberse instalado en el estado de ánimo de Cristina Fernández, lo cierto es que ella había quedado eclipsada en los últimos meses por el sobreprotagonismo de su marido, empeñado en ganar en la calle un debate parlamentario sobre el impuesto gubernamental a las exportaciones agrícolas que finalmente perdió el Gobierno y que ha hecho caer la popularidad de la presidenta a mínimos históricos, así como cuestionar el reparto de roles entre los cónyuges del matrimonio más poderoso de Argentina. Un debate que ya no tiene cabida.
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