Cambios climáticos

El edificio que respira

El «hemiciclo solar» aprovecha la temperatura constante de la tierra gracias a una red de «venas» horizontales, instaladas a seis metros de profundidad, y «arterias» que distribuyen el calor y expulsan el aire viciado. Su ahorro energético alcanza el 45 por ciento

El edificio que respira
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Son las dos de la tarde y el día es desapacible. Tras un pequeño y caprichoso paréntesis, el tiempo en Madrid ha vuelto al crudo invierno. Por el frío pasillo de acceso a las viviendas de este «hemiciclo solar», uno llega a preguntarse el porqué del cálido nombre y a desear entrar en casa de algún vecino, a ver si con un poco de suerte tiene la calefacción bien fuerte. En el cuarto vive Alfredo con su pareja. Entrar en su casa y el ratito de charla con él resulta de lo más agradable. Lleva sólo dos meses viviendo en su piso, aunque nadie lo diría; todo está decorado con primor… Los muebles los ha hecho él mismo. Es carpintero. Tampoco nadie podría imaginar que con este frío y la calidez del interior no tenga encendido ningún radiador.
El secreto está en la geotermia y en esas pequeñas rejillitas debajo de los radiadores y al lado de los techos. Sin poder evitar la pregunta, Alfredo contesta que las facturas son comedidas, aunque es demasiado pronto para ser categórico, ya que queda mucho frío por delante y luego vendrán los calores del verano. Sin embargo, sí se aprecia un brillo en sus ojos al hablar de lo que paga de alquiler. Ha conseguido bajar de los 800 de su última residencia en Móstoles a los 300 euros al mes de esta casa del Instituto Municipal del Suelo (IMS) en el nuevo desarrollo del sur del municipio. Tras agradecerle a Alfredo su amabilidad ante la invasión, hay que recorrer de nuevo el frío pasillo, que ya ha quedado claro: está orientado al norte.
Como él, son 92 las familias que se benefician de la geotermia horizontal de aire. El diseño, que asegura hasta un 45 por ciento de ahorro energético, es responsabilidad del estudio de César Ruiz-Larrea, un veterano de la construcción sostenible. Su equipo entiende como él que «la energía es un elemento arquitectónico más». Antes de entregar las llaves, se convocó una reunión explicativa para que los inquilinos resolvieran sus dudas sobre la geotermia. Según cuenta Elena Pascual, arquitecta del estudio, la pregunta más repetida fue si pasarían frío en sus casas con este sistema. Extrapolando la experiencia de Alfredo, que asegura que sólo los primeros días con el piso vacío sintió algo de fresco, no parece que la temperatura sea un problema.

La media luna
Extrapolar los datos en este edificio donde todas las casas son de 55 metros, con doble orientación norte-sur, el mismo punto de entrada y disposición interior, una terraza o invernadero solar hacia el sur y una angulación que busca el sol, no es complicado. La idea del hemiciclo empezó a cuajar en 2004. Cuando el IMS sacó a concurso la parcela, el espacio existente obligaba a los arquitectos a trabajar con configuraciones en L. Esta forma traía consigo dos problemas: minimizaba el número de viviendas con doble orientación y ventilación cruzada y proyectaba sombras que condenaban a la ausencia permanente de luz natural a algunos vecinos. El boceto evolucionó, se suavizaron los ángulos hasta dar con la peculiar media luna. Al final, ganó la propuesta sostenible.


Desde la carretera de acceso, al norte, se aprecia la muralla de protección contra el ruido del tráfico hecha con la tierra extraída en la obra. El espacio está aprovechado para minimizar el efecto isla de calor (diferencia de temperatura entre las zonas urbanizadas y las que no), con la plantación de árboles, y para situar las chimeneas de captación de viento. La vegetación que los recubre ayuda a dar humedad y a una primera bajada de temperatura del aire. Éste recorre ahora una red de tuberías, el «sistema venoso» como lo llama Larrea, enterradas a unos ocho metros en los que se asienta la temperatura a unos 17-18 grados tanto en invierno como en verano. Es la inercia del calor de la tierra. Una vez en las galerías de almacenamiento, dos Unidades de Tratamiento de Aire (UTA), una para cada mitad del complejo, impulsan el aire tratado de impurezas, por columnas, hasta las cinco plantas. Las rejillas de debajo de los radiadores liberan el gas en el interior de los apartamentos, reduciendo la necesidad de consumo por aparatos de climatización. Gracias a su movimiento natural del aire, las rejillas de la parte superior expulsan el aire impuro. En la azotea del edificio, las chimeneas solares de lamas en guillotina liberan el gas caliente en verano, mientras que cerradas en invierno devuelven la corriente a los recuperadores de calor de los UTA y liberan el residuo viciado.


La presencia en cada vivienda de un invernadero solar permite trasladar el calor de la incidencia del sol a las habitaciones más frías. En verano, las terrazas se cierran con lamas para evitar el sobrecalentamiento, y es el pasillo del norte y sus corrientes los que atemperan por ventilación cruzada las estancias.
El diseño, se calculó, aumentaba el precio un diez por ciento respecto a una construcción convencional. Gracias a las sugerencias del IMS, boceto y precio sufrieron alguna transformación. Por cuestiones prácticas, los paneles fotovoltaicos se han visto reducidos a presencia testimonial, «tres o cuatro kilowatios para mantenimiento de las instalaciones», explica Miguel Ángel Trillo, del IMS. La cubierta vegetal prescinde sobre el terreno del área destinada al deporte. «Quedan entre 15 y 20 apartamentos sin adjudicar», dice. Sin embargo, en los próximos meses se resolverán las peticiones.