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Insultan a Felipe González a la salida de un funeral por Jesús MARIÑAS
La actriz Blanca Suárez ha recibido el premio Maja de los Goya al ser la más elegante de la ceremonia.
Ya luce la sortija de Carrera y Carrera tasada en 25.000 euros, según me reveló Cristina Moya. Es de oro amarillo con importante pavé de brillantes. Una pieza única, como el estudio-casa de Lorenzo Castillo, en el Barrio de las Letras, donde Romina y Guti proyectan instalarse para callejear sin coche. Castillo está feliz porque la revista «AD» norteamericana dedica doce páginas a sus interiorismos «y en Nueva York me preparan un homenaje profesional», afirma. Aporta un toque madrileño, mientras el escurridizo Pascua Ortega sigue fiel al aire «british» y Mar Flores diseña ropa de hogar que luego no se ve en ninguna parte. Contó que lleva ya doce años resistiendo con Javier Merino en su segunda oportunidad conyugal y destacó al lucir unos pantalones pitillo que le quedaban casi como una segunda piel sobre unos Louboutin, «look» que remató con una chaqueta de esmoquin. Asistió al funeral de María Vela Aparicio, madre de Mar y Begoña García Vaquero, quienes también perdieron a su padre hace nueve meses. Tuvo lugar en la iglesia de Santa Gema, pero, ¿qué pasó realmente?, indagué ante el casi esperpento que me cuentan. Dan pelos, señales, y Rodríguez Sieiro precisa que «se oyeron gritos tras el responso de alguien que increpó la salida de Felipe González». Le llamaron sinvergüenza o algo así. Él aguantó estoico, pero prefirieron meterle en el coche. Una señora en el paro fue la protagonista del desafortunado incidente.
Blanca Suárez lució, para recibir el premio instaurado por la joyería, un modelo clásico de Loewe. Lomana llegó con Ángel Casaña justo cuando un armario del vestíbulo, que admiró Adolfo Barnatán, dio pie a más de un chascarrillo sexual, mientras Ramiro Jofre, rematador de la velada organizada por Castillo, oía gritos de «¡métete en el armario!» para no alterar los posados. José Toledo lo hizo con un estilazo único y casi no reconocí a Liuva. Elena Benarroch parecía un catálogo de joyas de lo que en oro crea su, no sé, si aún marido y Cayetana Guillén Cuervo mostró más aplomo que Pilar Medina Sidonia, ex duquesa de Fernandina, porque su sobrino Gregorio tiene más derecho a esa grandeza de España. Lidia Lozano hizo honor al apellido con su sonrisa perenne y contagiosa, mientras contaban que Laura Boyer pasa desapercibida velando a don Miguel Boyer a pie de cama con su hijo Hugo y Christian, su hermano pintor. No la reconocen como a Anita y Tamara, que siempre se refieren al economista como el tío Miguel. La noche cundió.
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