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«No hay día ni noche que no recuerde esa pesadilla»
Las víctimas de la masacre de Hipercor siguen teniendo secuelas 25 años después. Denuncian la falta de ayudas y el olvido que han sufrido
BARCELONA- Hoy se cumplen veinticinco años del atentado de Hipercor, el más sanguinario de ETA. El 19 de junio de 1987, un viernes a las cuatro y doce minutos de la tarde, centenares de ciudadanos hacían la compra en el hipermercado de la popular avenida Meridiana de Barcelona para preparar la despensa para un fin de semana estival. Aunque la policía merodeaba por los alrededores tras recibir el aviso de bomba, nadie pudo evitar que la organización terrorista hiciera explotar un coche bomba aparcado en la primera planta del garaje.
La mezcla infernal de 30 kilos de amonal y 100 litros de un compuesto de gasolina, pegamento adhesivo y cola de contacto que había en el maletero de un Ford Sierra robado provocó una enorme ola de fuego y metralla que dejó un cráter de cinco metros en la planta del supermercado, alcanzando a hombres, mujeres y niños de forma indiscriminada. En aquel infierno murieron 21 personas, abrasados o asfixiados por el humo y los gases tóxicos, y entre los supervivientes, 45 resultaron heridos.
«El 19 de junio del 87 me encontraba en el pasillo central de la planta de alimentación del Hipercor, con mi mujer y mi hijo de dos años y medio y, cuando nos dirigíamos a la carnicería, sentimos una explosión seca, nos vino encima una gran llamarada y allí empezó todo el infierno», recuerda José Vargas, presidente de la Asociació Catalana de Víctimes de Organizaciones Terroristas (Acvot). «Yo me lancé encima del niño para taparle mientras una chica de nuestro lado se quemaba como una antorcha», rememora Vargas de la pesadilla. «No recuerdo el tiempo que estuvimos allá abajo, era un infierno con un olor que nunca olvidaré, cogí a mi mujer y a mi hijo y salimos por una escalera de obra y al ver la calle me derrumbé y no recuerdo nada mas», explica aún afectado.
«Mi mujer sufrió una rotura de tímpanos, mi hijo necesitó varias sesiones de psicólogo y yo heridas, cortes en las piernas y brazos», detalla mientras lamenta que aún hoy en día 33 víctimas están a la espera de recibir las indemnizaciones. «Hemos vivido en el olvido, la sociedad y las administraciones nos han dejado de lado, nos hemos sentido muy abandonados», asiente su mujer, Rosa Pelaéz, de 62 años.
Y es que durante estos 25 años, las víctimas del atentado han salido adelante como han podido, arrastrando secuelas físicas y un trauma que en muchos casos no ha recibido adecuada atención psicológica. «Delante de mi hijo no podemos hablar de ese día, es un tema tabú en casa», explica Peláez. «Se caían las placas metálicas del techo, eran como cuchillos, intenté coger el brazo de una mujer de mi lado y me quedé con su piel en mi mano, la gente gritaba… Aunque han pasado ya muchos años a película sigue allí y no se va tan fácil», recuerda la mujer que sufre secuelas psicológicas.
José Manuel López Tello, que trabajaba como conserje del edificio, fue el primer herido en ingresar en el Hospital Vall D'Hebron. «En el momento de la explosión estaba en una puerta del aparcamiento pero el impacto me dejó en la otra salida», explica este hombre. «Sufro una depresión desde entonces, he tenido dos intentos de suicidio pero mi mujer y mis dos hijos me han salvado», añade este jubilado del brazo de su esposa, muy emocionada, en el acto que tuvo lugar ayer en el Parlamento catalán de homenaje a las víctimas de Terrorismo, coincidiendo con el aniversario del atentado.
«Hace 25 años volví a nacer, que no me pasara nada fue un milagro», valora Maria Dolors Closa que recuerda cada segundo del infierno vivido. «Estaba esperando mi turno en la carnicería, sonando la canción de Mediterráneo de Joan Manel Serrat, cuando se levantó el suelo y salió una bola de fuego, la gente ardía y gritábamos, era un panorma dantesco», recuerda con dolor esta mujer para quien «desde entonces su vida ha sido un calvario».
«Llevo 25 años tratándome psicológicamente, durmiendo con alucinógenos, no hay día ni noche que no recuerde este pesadilla», resalta Mari Carmen Alegre Galindo que se encontraba realizando la compra y junto a ella una vecina y dos hijos que murieron en el atentado. «Pido a la sociedad que no olvide nunca lo que pasó ese día y que tengan más sensibilidad ya que las víctimas nos hemos sentido muy solas», resaltó entre lágrimas.
Por el atentado, la Audiencia Nacional condenó a cuatro etarras a casi 800 años de cárcel cada uno en dos juicios celebrados en 1989 y el 2003. Además en el juicio se reconoció la responsabilidad patrimonial del Estado, por la falta de diligencia con que actuó la policía entre el aviso de bomba y la explosión, sin embargo 33 víctimas no han recibido aún las indemnizaciones. «Lo hemos llevado al Parlamento Europeo y si es necesario lo llevaremos a Estrasburgo. Vamos a luchar porque un atentado terrorista va dirigido a toda la sociedad, y no a personas con nombre y apellidos, como los que lo hemos sufrido», considera el presidente de la Acvot.
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