País Vasco
Pasarela Donostia
Lo positivo de este socialismo es su cualidad de vacuna contra todo espanto, y, así las cosas, no moveremos una ceja si el 19 de noviembre se persona en Madrid alguna delegación de observadores internacionales para compulsar si celebramos las elecciones libremente y con rigor democrático. Que se instalen en la Junta Electoral Central y certifiquen si cumplimos la legalidad o damos pucherazos. A la izquierda no le gustaba la política exterior de Aznar, pero, por lo menos, sabíamos dónde estábamos, y la diplomacia de estos 8 años nos ha dejado sin saber quiénes son nuestros amigos. Nuestro crédito y autoestima han sido arrojados al piso por el que transitan las naciones, y es lógico que no nos tomen en serio y vengan a decirnos cómo tenemos que resolver nuestras cosas. Metetes y huelebraguetas remunerados se han reunido en San Sebastián a ver qué pescan aprovechando vísperas electorales en las que el Gobierno, a confesión propia, cuenta nubes. Hay de todo: desde el corrompido filialmente Annan a Eguiguren, el gran socialista que mide las costillas a las mujeres con el palo de la escoba. Bestiario de juguetes rotos en busca de un último minuto de telediario. Pasarela Donostia en la que ni el ex ministro del Interior francés, el socialista Joxe, alberga el menor conocimiento sobre el País Vasco como confirmarán González y Barrionuevo. La insoportable levedad del aquelarre. ZP aspirando al ducado de Bildu, con grandeza de España. Halloween. Hay tantos zombis por las calles porque en el infierno ya no cabe nadie más.
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