Artistas
Vela sin cera (I)
De una carta que mi amiga S. jamás llegó a enviarme: «No me sentó muy bien lo que me dijiste aquella noche en mi casa y sin embargo con el paso del tiempo me he dado cuenta de que no te faltaba razón. ¿Recuerdas? Yo prendí una vela en la habitación y tú echaste a girar en el tocadiscos una canción de Sinatra. Te pregunté cuánto tiempo te quedarías a mi lado. No me fiaba mucho de mi memoria, así que lo anoté en un kleenex tan pronto saliste por la puerta: "No sé lo que esta escena puede dar de sí, pero supongo que para lo que dure esto ni encontraré una canción tan larga ni habrá una vela tan corta".
¿Cómo pude pensar que aquello era sólo una frase? Sabía por referencias que te habías largado de otras historias dejando unas cuantas canciones recién acabadas y algunas velas sin arder. Estaba advertida y aún ahora no entiendo cómo pude pensar que en mi caso sería distinto. Supongo que entraste en mi vida en un momento en el que tenía las defensas bajas. Estaba sola de madrugada en "El Corzo"y me enviaste por el barman un posavasos con lo primero que se te vino a la cabeza. Guardo aquella nota como quien conserva una amenaza que con el tiempo ha perdido su efecto. Suponía que intentarías abordarme, pero en aquel posavasos escribiste algo con lo que desde luego no contaba: "Puede que esta noche con el cansancio falle mi perspicacia, chica solitaria, pero juraría que a estas alturas de tu vida detestas la idea de dormir sin sueño y despertar peinada". No contesté nada, ni recuerdo haberte dirigido siquiera la mirada buscando la verdad de tus ojos en el reflejo del espejo empañado detrás de la barra. Sin embargo, supe que habías dado en la diana y me sentí descubierta, como si de repente hubieses abierto los ojos entre las pertenencias de mi bolso, en el interior de mi pecho o entre mis piernas. Me ausenté al baño a releer aquella nota y al regresar a mi taburete me encontré sobre la barra otro posavasos doblado.
Me pareció la confesión de un hombre desencantado deambulando casi en sueños por una letra particularmente cansada: "¿Sabes, chica solitaria?, llevo tres días levantado y me conformaría con un café y la posibilidad de volver luego a la calle saliendo sin orgullo de un portal decente. Sólo dejaré las huellas transparentes de alguien que nunca estuvo allí". Era noviembre y la niebla estaba tan espesa que hasta parecía imposible que no estuviese en otra ciudad la acera de enfrente»…
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