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Londres ciudad abierta

Un volumen repasa la historia de la ciudad, desde sus orígenes hasta hoy, a través de las crónicas y textos de historiadores, viajeros y novelistas de todas las épocas. Una guía tan excepcional como atípica, indispensable a 24 horas de que comiencen los JJ OO.«Guía literaria de londres»Joan Eloi RocaÁtico de los libros329 páginas,18,90 euros

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La ciudad que acogerá a los mejores deportistas del planeta desde el 27 de julio al 12 de agosto estaría en el podio de los lugares que más literatura han inspirado. Joan Eloi Roca hace de maestro de ceremonias en un libro que ofrece visiones del Londres que verá los tiros de Pau Gasol, los sprints de Usain Bolt, los raquetazos de Roger Federer o las brazadas de Michael Phelps. Reúne a cuarenta escritores más la sorpresa del príncipe Carlos, con un discurso sobre la belleza de la antigua arquitectura londinense que bien podrían ser engalanados con una corona de laurel tras su aportación, desde el historiador romano Tácito hasta el poeta y narrador D. H. Lawrence.

«En el censo de 2010 se comprueba que uno de cada tres londinenses ha nacido en el extranjero, que en la ciudad se hablan trescientos idiomas y que existen cincuenta comunidades étnicas formadas por diez mil o más miembros», apunta Roca en el prólogo. Pero antes de esta «Babel de lenguajes y culturas» surgirá Londinium, que nos hace descubrir que el actual puente de la Torre de Londres ocupa el mismo lugar que ocupó su primer puente, de madera, en el año 90. Londres fue invadida por los vikingos (se reproduce la narración al respecto del islandés Snorri Sturluson), consumida por la peste (vemos sus estragos en el diario de Samuel Pepys) y destruida por un incendio en el siglo XVII, bombardeada en la Segunda Guerra Mundial y amedrentada por los atentados del IRA, pero en cada ocasión renació de sus cenizas. Hace cien años era la ciudad más grande del mundo, y ahora se ha convertido en la primera en acoger tres olimpiadas, después de la IV edición de 1908 y la XIV de 1948. «Guía literaria de Londres» sirve de libro de historia tanto por la información que contextualiza los textos como por los grabados, dibujos y fotos con el que está ilustrado. Se trata de una curiosa y útil guía turística que, a pesar de recorrer dos mil años, sirve para hoy, pues se describen con detalle los lugares más emblemáticos de la capital inglesa con el aliciente de que esos comentarios están firmados por algunos de los más celebrados narradores.

Un fumadero de opio
De tal modo que Daniel Defoe comenta la reconstrucción de la catedral de San Pablo, Oscar Wilde habla del Londres al amanecer y de un fumadero de opio (extraído de «El retrato de Dorian Gray»), James Boswell confiesa en su «Diario de Londres» sus encuentros sexuales con desconocidas, Charles Dickens habla de la calle Piccadilly, Jack London denuncia las condiciones de vida del East End, Chesterton compara Londres,«un enigma», con París, Washington Irving aborda la Abadía de Westminster, Mark Twain aparece desde su autobiografía, Charlote Brontë celebra la Exposición Universal de 1851.

Pero también hay testimonios que proceden de otras lenguas. Roca ha elegido pasajes de la obra de Dostoievski, que describe las miserias de una calle llena de niños andrajosos y jóvenes prostitutas, del italiano Edmundo d'Amicis, del francés Théophile Gautier, del birmano Saki, del japonés Natsume Soseki y del castellonense Antonio Ponz. De este humanista y pintor del siglo XVIII se aportan ochenta páginas de su «Viaje fuera de España» por la importancia de su cometido: «Defender a España de las críticas de viajeros y filósofos extranjeros y de contribuir a la reforma económica, social y artística de nuestro país con los conocimientos que pudiera adquirir». Un escrito cuya extensión, a efectos de un libro antológico, contrasta con piezas minúsculas como unos grafitis romanos o unos versos de Lord Byron.

La selección cuenta con varios textos de escasa enjundia pese a los firmantes: unas frases de Jane Austen, dos páginas de un Henry James epistolar acerca de la casa de un hombre comprometido con el patrimonio histórico local, o unas palabras de Joseph Conrad. Destaca la ausencia del especialista de Londres, el biógrafo Peter Ackroyd. Tanto como la presencia de las siete «reglas para Vivir en Londres» que un chistoso Kipling le envía a su hija. Ya sólo por eso al trabajo de Roca habría que darle una medalla.