Literatura
El mileurista millonario
Es la historia de la confusión que comporta recibir una herencia envenenada. Pero también un dilema ético que indaga en la procedencia de una fortuna «manchada». Una suerte de Hugh Grant –desastroso, mileurista y en pleno desamor– que llega tarde a todo.
Incluso al funeral de su maestro. Por equivocación asiste a las exequias de un desconocido sin saber que el anónimo había dispuesto dejar su herencia a quien estuviera en su responso. Veinte millones de euros le caen a Andy Larkham por firmar en el libro de condolencias. A partir de ahí, sigue el manual de nuevo rico de todo «buen hombre pobre»: fiestas, flirteos, cochazos, derroche... Hasta que sucumbe ante una crisis de identidad que le hace buscar respuestas sobre «La herencia». Al indagar se ve envuelto en una trama de intrigas que le llevan hasta la Armenia de 1915 –con miles de herencias confiscadas, a la espera de que Turquía reconozca el genocidio cometido hace un siglo–. Es ésta una novela con dos partes. Concluido el primer tramo, uno siente que ha atravesado una elipsis feroz y se encuentra con otra trama, como en las buenas propuestas dostoiewskianas. No se produce el «rapto» lector hasta superadas las primeras páginas. Una vez vencido el escollo, el libro termina seduciendo. Sin ser imprescindible, es un texto que merece la pena ser leído por sus toques de buena prosa. Está fabricado con materia literaria «legal». Es una pluma entrenada en el periodismo y se nota, pues convierte lo que otros considerarían un simple titular en una historia con matices. Tenía razón Bolaño: todo lo que empieza como comedia acaba como un responso en el vacío.
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