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Se acabó el amor por Rosetta Forner

La Razón
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Hay quien piensa que antes la gente aguantaba más. Personalmente, discrepo. Antes había valores, se creía en el amor y en el compromiso aceptando que el matrimonio hay que cuidarlo y abonarlo con esfuerzo diario.

Ahora, las relaciones tienen «fecha de caducidad», esto es, mientras no se cansen o se crucen con alguien con más «posibilidades». ¿Para qué aguantar si el mundo está lleno de gente deseosa de ligar? Es fácil encontrar pareja, pero enamorarse o hallar a alguien que le hable a tu alma es muy diferente. Haríamos bien en casarnos por amor y no por huir de la soledad o para ser «pymes emocionales» (pagar hipotecas). Sin compromiso, sin esfuerzo, sin amor y sin alma no hay relación que aguante los envites de la vida. Muchas mujeres, creyendo que «la vida es una película de Hollywood», esperan un príncipe azul con anillo y casa incluidos, y sin legañas. El divorcio no tiene la culpa de las rupturas, la causa hay que buscarla en la desesperación, la inmadurez emocional y el vacío existencial que asfixia el alma de muchas personas.

La soledad es una celestina perversa que empareja corazones solitarios. La ansiedad que produce una vida hambrienta de cariño se calma con una «pareja», pero su efecto dura poco y la realidad les confunde. Mucha gente espera que la otra persona dé sentido a sus vidas. Menos fantasía y más madurez emocional. La clave para tener una relación duradera es aceptar que sólo uno es responsable de su propia felicidad. Sin amor no podemos vivir.