Crisis económica
Mayo de 2012 El asalto de la izquierda por José María Marco
La mala gestión del Gobierno socialista ha dejado España en mitad de una fuerte crisis económica. Ahora la izquierda quiere ganar en la calle lo que no consiguió en las urnas: el apoyo de una población que lo que espera en realidad es que las medidas anunciadas comiencen a dar resultado.
Se nos prepara un mes de mayo de aires épicos y revolucionarios. Se presenta con varios frentes de lucha, por utilizar el vocabulario pertinente, abiertos desde hoy mismo, antes incluso de que empiece la temporada el día 1. El primero es el del empleo, en el que los protagonistas serán los sindicatos de clase. El segundo corresponde a los estudiantes de la enseñanza pública, que se enfrentan a una situación distinta a la vigente hasta ahora en este sector. Finalmente, los estrategas de la gran confrontación también han apelado al movimiento 15-M. Al fin y al cabo, estamos en el Primer Aniversario de la «Spanish Revolution», que culminó con la mayoría absoluta del PP, y el acontecimiento, sin duda alguna, merece una celebración de altura.
En cuanto al empleo, es sin duda el elemento más preocupante, e incluso trágico, de todos. Como era de prever, las reformas del gobierno no han paliado aún la crisis y probablemente, al cortar el gasto, contribuyen a agravarlo en el corto plazo. No resultan creíbles, sin embargo, las propuestas de mayor generosidad con el dinero público. No parece que aumentar la deuda, como se hizo en tiempos del Gobierno socialista, trajera ninguna solución, sino al revés. Con independencia de este debate, el enfrentamiento tiene una componente estrictamente política. La alta tasa de paro estructural que sufre España requiere (y requerirá) medidas que liberalizarán el mercado de trabajo y tendrán que seguir aflojando el control que sobre él ejerce el Gobierno y los llamados agentes sociales. Los sindicatos de clase están luchando por conservar su estatus y su rango político, que los socialistas nunca pusieron en duda en estos últimos años. Es de las reformas más profundas y de mayor alcance desde la Transición. Habiendo detenido la ola de apoyo electoral al Partido Popular, la izquierda parece convencida de que puede detenerla.
La situación de los estudiantes sería una cuestión menos grave si no afectara al núcleo mismo de uno de los pilares de nuestras democracias, como es el Estado del Bienestar. El despilfarro, el clientelismo y la rigidez han arruinado, en muy buena medida, la Universidad pública española. El resto del sistema estatal requiere una reforma en profundidad. Más allá de la subida de las tasas, del aumento de alumnos por aula o incluso del probable cierre de bastantes establecimientos poco relevantes o inútiles, está en discusión el papel del Estado en un terreno tan sensible como este. Las políticas seguidas hasta hoy han conseguido quebrar la idea misma de lo público, que se ha alejado de cualquier relación con la realidad laboral y se ha desvinculado de virtudes como el esfuerzo, el trabajo, el mérito. La ofensiva que viene quiere, al parecer, seguir ahondando en este suicidio.
Los estudiantes, por eso del simbolismo primaveral y juvenil del mes de mayo, también estarán llamados a participar en el renovado 15-M que se prepara. De movimiento de protesta potencialmente abierto y transversal, el 15-M se convirtió en un hecho marginal, especializado en los desórdenes públicos. Resucitarlo ahora puede ser tan contraproducente como el año pasado y tal vez ponga a la izquierda en manos de grupos radicales y, en bastantes casos, violentos. Llega además en un momento en el que se está produciendo un debate de fondo sobre la necesidad de recuperar posiciones más centradas y menos extremistas que las mantenidas por el socialismo en estos últimos ocho años. También pondrá a prueba la capacidad de movilización de las redes sociales y su disposición a dejarse controlar por los responsables políticos de la izquierda establecida.
El evidente oportunismo de algunas de las decisiones que están detrás de estas movilizaciones puede hacer pensar que estamos ante movimientos tácticos, que se podrán ir resolviendo sobre la marcha e incluso disolviendo a medida que mejore la situación. Parece más bien una estrategia de largo alcance que plantea un debate de fondo sobre algunas de las grandes cuestiones suscitadas por la crisis, como es la reforma del Estado del Bienestar, la naturaleza misma de lo público y la capacidad de convicción y movilización en sociedades complejas y abiertas. Por eso, nadie debería subestimar lo que se prepara. Hay argumentos, medios y personas para articular una alternativa a la continuación de lo que ya conocemos, que es lo que se nos va a proponer estos días.
José María Marco
Escritor y analista político
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