Vacaciones
El lujo de Oriente Medio por Carmen Martínez Bordiú
Si Carmen Martínez Bordiú tuviera que elegir un hotel de los muchos en los que se ha alojado, ese sería el Burj Al Arab, en Dubai, «una maravilla de la arquitectura moderna», como ella misma define. Situado en el mar, sobre una isla artificial y con una altura de 321 metros, el Burj Al Arab es mucho más que un hotel de lujo: fue el primero en recibir la categoría de siete estrellas. «Está en un enclave único, y en él disfrutas de todo lo maravilloso que nos ofrece el siglo XXI: lujo, arquitectura, gastronomía… Todo perfectamente conjugado. Es un lugar idílico para el relax».
Seguramente este sería uno de los hoteles que incluiría en la que, espera, sea su próxima aventura profesional. «Me gustaría sacar adelante un proyecto sobre viajes para televisión. Estamos en fase de negociación, pero me parece un tema muy interesante para el público», asegura. Y lo recomendaría «para un viaje romántico en el que disfrutar con tu pareja de todos los encantos del Medio Oriente moderno, sin privarte de nada».
En el Burj Al Arab sólo ha estado una vez, pero guarda un gran recuerdo: «Las habitaciones son impresionantes, es como estar dentro del mar pero con unas vistas únicas sobre el desierto». Y es que el alojamiento no dispone de habitaciones que podríamos calificar como «normales», sino que todas son suites dobles de diferentes tamaños: desde los 170 metros cuadrados de la más pequeña hasta los 780 de la Suite Real: «Son espectaculares, lujosas, derrochan grandeza y majestuosidad. Te sientes como si estuvieras viviendo los cuentos relatados en Las mil y una noches».
El lujo de este hotel, cuya forma está inspirada en la vela de un barco y cuenta con un helipuerto en la azotea, también se refleja en sus restaurantes, como el Al Mahara, «un local submarino en el que estás rodeada por una inmensa pecera, con unas vistas incomparables del fondo del mar», o el Al Muntaha, «situado a 200 metros de altura. Según vas subiendo en el ascensor, ya alimentas la vista, y tienes la sensación de almorzar sobre el mar tocando el cielo».
En un hotel de siete estrellas en el que el cliente tiene a su disposición un mayordomo y un Rolls Royce con chófer, no podía faltar un spa, aunque, «por falta de tiempo, no lo pude probar. Una lástima», lamenta Carmen, quien afirma que «en otra ocasión, lo pruebo seguro». A juzgar por cómo habla de él, seguro que vuelve, porque «es un hotel para dejarse llevar, ideal para disfrutar de la vida».
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