Historia

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La decadencia de Occidente por Fernando Sánchez-Dragó

La Razón
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Perdonen si hoy me pongo escatológico. Tendré que referirme al lugar en el que las espaldas pierden su honesto nombre. Hay quienes piensan que la decadencia de Occidente no sólo obedece a la inevitable esclerosis histórica, sino también a causas fisiológicas relacionadas con la higiene y la salubridad de las costumbres. Citaré dos… El hombre occidental no activa los músculos de la respiración con el abdomen, como debe ser, sino con el tórax, razón ésta por la que hay un déficit crónico de oxigenación en su sangre. Hablaré de esto otro día. Aprendan, de momento, a respirar abdominalmente en ocho fases (suena difícil, pero no lo es) y verán lo que sucede. La segunda causa se refiere a… ¡Ea! Lo diré: al culo o, mejor dicho, al esfínter que en él se abre. Conviene cuidar ese conducto con la misma atención que concedemos a la boca. Por ésta entra casi todo lo necesario para vivir: aire y alimentos. Por aquél sale la mayor parte de lo que nos sobra. Deberíamos defecar en cuclillas. Ya sé que es mucho pedir, pues nos hemos acostumbrado a la comodidad de las tazas y han desaparecido los retretes turcos, más respetuosos con las exigencias de la anatomía. Juan Benet, que sufría de estreñimiento crónico y era ingeniero, diseñó un váter provisto de una especie de bucle en el que la región glútea se acomodaba sin forzar los músculos de las pantorrillas. Su invento no cuajó Somos, por otra parte, los únicos seres humanos que recurrimos al papel higiénico. Fuera del mundo occidental nadie lo hace. Son ya de fácil instalación en España unas pequeñas duchas de higiene anal y cómodo manejo que se colocan en la pared contigua a la taza. Apenas requieren obra. Yo las adopté hace tiempo. Limpian a fondo y favorecen la evacuación completa. Puede graduarse por medio de una palanquita la fuerza del chorro y la temperatura del agua que sale de ellas. Su uso, agradabilísimo, evita la irritación de la piel de esa parte del cuerpo y carece de contraindicaciones. Adóptenlas y, de paso, mientras su salud mejora, estarán arrimando el hombro, y el trasero, a la lucha contra la deforestación del planeta. Dos por el precio de uno.