Orlando

Salvación o entierro por César Vidal

La Razón
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A menos de una semana para las votaciones, no puede ponerse en duda que la campaña no ha discurrido como vaticinaban los expertos. Si, inicialmente, la victoria del actual presidente podía darse casi por segura, desde el momento en que Obama perdió el primer debate, la situación experimentó un cambio drástico y en las semanas sucesivas, se han ido produciendo reajustes que, a día de hoy, mantienen unas perspectivas muy igualadas para los candidatos. Ahora, las estrategias de ambos partidos se han visto alteradas por un fenómeno no relacionado con la acción humana. Con un frente de 1.500 kilómetros que afecta a 60 millones de personas, la tormenta «Sandy» que azota la Costa Este influirá de manera directa en el desarrollo de la campaña en cuatro Estados esenciales donde el voto no está decidido. Es el caso de Carolina del Norte –donde Romney podría alzarse con la victoria–, New Hampshire –a día de hoy sin decidir–, Virginia y Ohio, donde Obama lleva ventaja y sin los que el republicano no podría llegar a la Casa Blanca.

De momento, no sólo Obama y Romney han tenido que reajustar sus agendas, sino que se ha multiplicado el número de anuncios y de llamadas telefónicas. En paralelo, ambos partidos están multiplicando también sus esfuerzos en otros Estados. Los asesores de Romney están considerando enviarlo a él o a Ryan –quizá a ambos– a Minnesota, mientras que es posible que Biden se desplace a Pensilvania el jueves. Pero donde Sandy –«Sandystein» para los neoyorquinos– puede tener más relevancia no es en la reorientación de la agenda sino en el hecho de brindar una oportunidad a Obama para despegarse de su rival. Se trata de un giro de la fortuna que ha causado consternación entre los republicanos. El norteamericano medio parte de la base de que el presidente, dotado con enormes poderes ejecutivos, demuestra su verdadera talla en situaciones difíciles. Los ejemplos bélicos como el de Lincoln intentando frenar la secesión de los Estados del sur o el de F. D. Roosevelt respondiendo al ataque japonés de Pearl Harbor son paradigmáticos. Sin embargo, las respuestas a catástrofes naturales no han sido menos relevantes en sus repercusiones políticas.

Las inundaciones de Louisiana de 1927 –el famoso diluvio del Mississippi– tuvieron como consecuencia directa que el secretario de comercio, Herbert Hoover, que estaba a cargo de las operaciones de ayuda, se convirtiera en un personaje de relevancia nacional llegando a la Casa Blanca poco después. Aquella inundación también llevó a Huey P. Long –el político que inspiró la novela de Robert Penn Warren «Todos los hombres del rey»– a ser elegido como gobernador de Louisiana en 1928. Tanto Hoover como Long supieron dar la imagen de políticos que se enfrentaban gallardamente con la catástrofe.

De manera semejante, poco dañó tanto la imagen de George W. Bush como el hecho de que, encontrándose de vacaciones en 2005 en Texas, cuando el huracán «Katrina» golpeó el sureste de EE UU, no volara a Washington hasta dos días después. Obama no ha incurrido en semejante error. Tras suprimir un acto electoral en Orlando y Florida, el candidato demócrata se ha dirigido inmediatamente a la capital para enfrentarse con «Sandy». En estos días, va a estar en juego de manera especial la credibilidad de los candidatos, convertida en tema clave por los estrategas de ambos partidos. Los republicanos, que la mañana del lunes aparecían visiblemente consternados, van a estar muy atentos a los errores que Obama pueda cometer en la gestión de la tormenta, ya que, previsiblemente, el tema de Bengasi quedará desplazado de la apertura de los telediarios. Por su parte, los demócratas –que están incidiendo sobre todo en los cambios de rumbo de Romney durante la campaña y en su pasado no precisamente brillante como gestor de Massachusetts– intentarán proporcionar a Obama la mayor proyección mediática posible. Una acción acertada de Obama en el curso de la tormenta podría devolverle una parte de la aureola perdida. Un error suyo que puede convertirlo en el presidente de un solo mandato.