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Insultos racistas

La Razón
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De un tiempo a esta parte proliferan en los espectáculos deportivos los llamados insultos racistas. El lenguaje políticamente correcto no permite referirse a las personas con la piel oscura como «negros». Hubo un tiempo en el que se hablaba de los «subsaharianos» para regatear el énfasis en la negritud. Se oyó en una retransmisión deportiva. «El jugador subsahariano del Real Madrid, Clarence Seedorf»… Seedorf nació en Amsterdam, Holanda, dato que dificulta en grado sumo la condición subsahariana de Seedorf. En una tertulia radiofónica, se me afeó el que usara la frase «estoy negro» para explicar mi hastío por una cuestión irrelevante. Tendría que haber dicho «estoy subsahariano» o «estoy de color» para merecer el aprobado de los concededores de bulas y los parlanchines de la corrección. Una estupenda periodista y magnífica persona, Pilar Cernuda, se incomodó conmigo en una tertulia de «Protagonistas» de Luis Del Olmo, porque al referirme a los aficionados del Atlético de Madrid lo hice como «indios». Pilar quedó tranquila cuando le expliqué que semejante denominación había emergido del ingenio de los propios atléticos, que se hacían llamar así porque acampaban junto al río –el Manzanares–, odiaban al blanco –al Real Madrid–, y su jefe era «Caballo Loco» –Jesús Gil–. Un árbitro se vio obligado a interrumpir con amenaza de suspensión un partido de fútbol porque un grupo de aficionados groseros y maleducados le llamaron «negro» a Samuel E´Too.

Me pregunto si el insulto racista sólo es delictivo si una persona de piel negra es la diana de la estupidez del público radical.

Creo que el mismo derecho tiene el deportista negro a sentirse maltratado que el de otro país al oír, una semana sí y otra también, que su nacionalidad de origen es el motivo del desprecio. A Mourinho y a Cristiano Ronaldo se les canta, sin que nadie se rasgue las vestiduras, un pareadillo que dice «ese portugués, hijoputa es». Las autoridades deportivas no consideran el insulto racista, cuando el racismo no se sostiene tan sólo en la diferencia del color de la piel, sino también en las nacionalidades. Los vascos nacionalistas y aranistas son racistas respecto al resto de los españoles, que somos tan blancos y caucásicos como ellos. Hitler asesinó a millones de judíos, blancos como los puros arios. Stalin masacró por racismo a millones de rusos, además de por otros motivos ligados al «paraíso comunista». Un insulto sostenido por la nacionalidad del insultado es racista. Y tan grave resulta gritar «ese togolés hijoputa es», o «ese gabonés hijo puta es», como «ese portugués hijo puta es», o «el neocelandés, aborigen es». Ahora que se habla tanto de la igualdad, busquémosla en todos los rincones, no sólo en el color de la piel, para lo bueno y para lo malo.

Si Mourinho y Cristiano Ronaldo merecen el calificativo de hijos de puta por su condición de portugueses, Mourinho y Cristiano Ronaldo están en su perfecto derecho de manifestar que los españoles somos unos hijos de puta por haber nacido en España. Y esa quiebra en la armonía no la produce exclusivamente la mala educación, sino el racismo que diferencia a las personas de una nacionalidad y de otra.

Se han clausurado campos y suspendido competiciones en marcha por gritos racistas del público contra deportistas negros.

¿Acaso los portugueses, por blancos que sean, no merecen la misma atención y apoyo? Parece que no.