Literatura
John Banville: «Es maravilloso practicar sexo pero verlo es ridículo»
MADRID- Cuando John Banville cuelga del perchero toda su artillería literaria de eterno candidato al Nobel y olvida en su vitrina premios como el Booker o el Kafka, se convierte por amor al género negro en Benjamín Black para dar vida al patólogo forense Quirke por las calles del Dublín de los cincuenta. Pero en esta mañana lluviosa que evoca a su Irlanda natal, travestido de nuevo del autor de «El mar», tomamos un café frente a su «Antigua luz» (Alfaguara), donde reaparecen los personajes de «Eclipse» e «Imposturas», para cerrar «una trilogía que ni sabía que lo era».
–Una novela muy nabokoviana sobre sexo entre un quinceañero y una mujer madura en un momento en que se estudia en España elevar la edad para el consentimiento sexual....
–De haber sido un hombre de 35 y una chica de 15, ni la hubiera escrito. Pero al abordarla tampoco pensaba en todo ello. No soy sociólogo, ni filósofo ni moralista. Además, este «affaire» es una relación inocente, donde nadie hace daño a nadie. La señora Grey es muy generosa, muy buena y le enseña a Alex muchas cosas sobre la vida. El sexo es sexo y no es ningún crimen, yo sólo pretendía sonrojar al lector arrastrándole por los secretos de la carnalidad.
–Tanto es lo que aprende Alex de su «Mrs Robinson» que vitalmente queda anclado...
–De ahí que desee evocarlo, aunque siempre dudando del contenido veraz de la memoria.... Además, la señora Gray es sorprendente, como todas las mujeres; y él un chaval de 15 años que, como todos, es egoísta. Incluso después, seguimos siéndolo. Pero toda la vida se culpará de no haberla querido más, de no haberle prestado más atención....
-Pero es un lenguaje que no resulta empático con los demás, ni de adulto con su propia mujer. Se ha instalado en los recuerdos.
–No lo veo así. Alex y Lydia tienen un matrimonio en el que se gustan, se quieren y se dan apoyo. ¿Qué más se le puede pedir a una pareja después de tantos años?
–... Y que arrastra el duelo de la muerte de su hija Cass.
–Es que Alex es muy duro consigo mismo y se exige más de lo que nos permite ver. Para él las mujeres son un misterio que relaciona con el suicidio de su hija, que es a su vez otro misterio. Por ello, este viaje a su pasado es una manera de intentar aliviar su dolor.
–Como si el idioma pudiera sustituir a la psicología para cerrar una herida...
–Supongo que se podría ver así. Pero no se nos presenta trastornado, sino excesivamente autoexigente. Además, aunque buscara terapia en las palabras, éstas son mías.Y las utilizo para celebrar la diversidad del mundo y las relaciones humanas.
–Además de sobre la memoria, es un libro sobre el «color», el blanco y negro de los recuerdos y los tonos estridentes del presente.
–¡Cuánto aprendo de las entrevistas! (vuelve a sonreír) No me había dado cuenta... El presente de Alex es un mundo en «suspenso», sin agarraderas, debido al drama de su hija que vive con su esposa. En cambio, el pasado está perfectamente anclado... y se recuerda en tonos sepia.
–¿Sabe que hay una campaña de críticos y escritores que piden el Nobel para usted?
–Estoy muy agradecido, porque entre los autores no solemos ser generosos. Ganar el Nobel sería maravilloso, pero está en manos de Dios y de la Academia sueca.
–Dice que escribir sobre sexo en una novela es imposible, en cambio le parecería un gran reto escribir un libro erótico...
–Es casi imposible escribir sobre el acto. El sexo es maravilloso cuando lo haces, pero verlo es ridículo. Aunque sí me gustaría escribir una novela erótica por las oportunidades estilísticas.
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