San Sebastián
Yo estoy con las víctimas
Sé perfectamente que el papel de aguafiestas no es popular y más cuando se trata de señalar que lo que muchos consideran paz no pasa de ser un espejismo engañoso que puede acabar como el rosario de la aurora. Periódicamente, las sociedades enloquecen y deciden, siempre para su desgracia, creerse mentiras inverosímiles y, en apariencia, tranquilizadoras. No seré yo el que permanezca en silencio ante ese fenómeno perverso. Ni lo siento ni puedo evitarlo. Guste a quien guste o irrite a quien irrite, mis posiciones en esta cuestión son claras como el agua. Yo no puedo estar con un grupo de personajes conocidos no precisamente por sus virtudes que se deja caer por España para santificar en tan sólo tres horas la hoja de ruta de una banda de asesinos. Yo no puedo estar con una banda de criminales que se presenta encapuchada y enchapelada –debe ser que de lo contrario no podríamos imaginar que son vascos– para anunciarnos sin género de duda alguno que sus pretensiones siguen siendo las mismas del último medio siglo; que sus asesinos muertos valen como mínimo tanto como las víctimas y que allá se las compongan los gobiernos de España y Francia como esto no acabe en un referéndum independentista. Yo no puedo estar con un presidente de Gobierno que no ha dejado de tender la mano a los criminales en dos legislaturas y que sólo parecía lamentar hace unas horas que éstos no hubieran tenido el detalle de publicar su comunicado antes de que su propio partido lo arrojara a un lado porque es una pésima baza electoral. Yo no puedo estar al lado de un antiguo ministro del Interior que sobrevoló un chivatazo que permitió a la plana mayor de las finanzas de ETA eludir la acción policial y que cuenta en su pasado con méritos como el de aprovecharse del peor atentado de la Historia reciente de España para violar la jornada de reflexión. Yo no puedo estar al lado de un dirigente que señala que el comunicado de ETA no ha tenido contrapartidas políticas cuando, en estos momentos, la banda controla decenas de ayuntamientos vascos y navarros, la ciudad de San Sebastián y la diputación de Guipúzcoa precisamente gracias a esas concesiones. Yo no puedo estar al lado de una pléyade de analistas que pasa por alto el hecho de que ETA ya ha decretado once ceses de la violencia; que olvidan que, en 2006, tras el anuncio del «cese permanente», atentó mortalmente en la T-4 o que desconoce que en 1998 declaró a la BBC que nunca más volvería a empuñar las armas. Yo, en esta historia de traiciones y enjuagues, de corrupciones y sangre, de concesiones y capitulaciones, estoy con aquellos que llevan décadas intentando saber quién privó de la vida a un familiar o a ellos de miembros. Estoy con aquellos que, desde el principio, vieron que ZP estaba dispuesto a pactar con ETA en una estrategia que mantuviera la alianza socialista-nacionalista en el poder por décadas. Estoy con aquellos que no se han tomado la justicia por su mano a pesar de que contemplaron cómo los gobiernos socialistas de Felipe González practicaban el terrorismo de Estado de los GAL. Estoy con aquellos que piden algo tan elemental como memoria, dignidad y justicia. Estoy con las víctimas.
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