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Escepticismo y prudencia

La Razón
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Hace meses que se especulaba con el anuncio de una tregua por parte de ETA. La sorpresa ha sido que estamos ante un anuncio claramente insuficiente. Una vez más, la banda ha defraudado las expectativas, algo que no sorprende a nadie, con un comunicado lleno de la retórica habitual, donde no precisa ni la duración ni el alcance de la decisión de «no llevar a cabo acciones armadas ofensivas». No estamos ante un anuncio que muestre la voluntad de acabar con la sinrazón del terrorismo. No hay que olvidar que ETA no es sólo una organización terrorista, sino un proyecto político que busca la destrucción de España y la implantación en el País Vasco, incluida Navarra y los territorios franceses, de un socialismo autogestionario que nos retrotrae a las peores pesadillas de los años de la Guerra Fría. La propia declaración que la banda dio a conocer ayer, por medio de un vídeo remitido a la BBC, refleja que no es más un estertor de los movimientos terroristas que surgieron en Europa hace medio siglo y que han ido desapareciendo uno tras otro. El comunicado confirma que ETA quiere ganar tiempo, en un momento en que se encuentra muy débil y con escasa capacidad organizativa. Cabe recordar que matar siempre es fácil y que el fin sólo se producirá cuando el último de los terroristas responda ante la Justicia por los delitos cometidos. La reacción de los grandes partidos y del Gobierno fue ayer ejemplar. Su escepticismo es el resultado de la experiencia tras muchos años esperando que la banda criminal ponga punto final al despropósito de sus actos. No hay ningún atajo posible para acabar con ETA y todos coinciden en que lo único que tiene que anunciar es el abandono de las armas. Por ello, la duda que plantea la declaración de la banda es que no sabemos si estamos ante un camino que conduzca a su rendición final o es, como ha sucedido en anteriores ocasiones, una vía para tratar de rearmarse y organizarse para continuar con sus acciones criminales. Es evidente que la sociedad española espera lo primero. El único marco aceptable es que los terroristas abandonen las armas, asuman sus responsabilidades ante la Justicia y disuelvan la banda. En este sentido, es inaceptable que Gerry Adams, el antiguo terrorista del IRA y dirigente del Sinn Fein, pida que el Gobierno abra inmediatamente una negociación con ETA. Zapatero tiene muy claro que no hay ninguna negociación posible, ya que cuenta con la experiencia de la anterior tregua donde la banda acabó con las esperanzas generadas por medio del atentado en la T-4, donde murieron dos personas. La historia de ETA deja poco margen a la esperanza, aunque ésta sea lo último que se deba perder, y mucho para la convicción de que no se puede confiar en ese grupo de criminales sin escrúpulos. La banda ha rechazado numerosas oportunidades para acabar con sus actividades, ha asesinado a 829 personas y herido a centenares, y se ha dedicado a la extorsión y al tráfico de drogas. Es un grupo de delincuentes que se ha acostumbrado a vivir con y por las armas. El Gobierno debe seguir con la estrategia actual de presión sobre ETA, basada en la acción policial y judicial, y esperar los acontecimientos.