Novela
Periódico de cabecera por José Luis Alvite
Es difícil saber en qué momento un hombre y una mujer se acostumbran a compartir las emociones de la cama y brotan entre ellos la rutina, el desinterés o el tedio. Hay hombres que se distancian de su pareja una vez agotados los temas de los que hablar, aunque yo creo que en la mayoría de los casos la relación se resiente a partir del instante en el que uno de los dos se da cuenta de que las posturas en la cama se terminan mucho antes de que se repita un tema en la conversación. El caso es que por lo general lo que extingue la emoción es la convivencia. Yo creo que muchos hombres serían más entusiastas en la cama si por un instante su mujer fuese en ese momento la esposa de otro hombre y él pudiese sentir la inefable sensación de estar colaborando a un adulterio, del mismo modo que hay mujeres que encuentran excitante que su marido se comporte como lo haría un desconocido que esa noche hubiese entrado a casa con la intención de robar. Cualquier actitud es buena si supone un regreso al misterio. Puede que haya algo de verdad en que la relación de pareja se resiente tan pronto uno de los dos acierta a oscuras con el baño. No es bueno conocer al dedillo por adelantado los detalles de lo que nos espera. Desde luego no puede ser bueno que por repetirse cada noche el viejo esquema del sexo mezclado con las noticias, tenga uno la sensación de haberse acostado con su periódico de cabecera. Ni es fácil aceptar que en la liturgia del sexo se entrometan las señales horarias de Radio Nacional de España. Es parecido a lo que suele ocurrir al cabo de un exceso de convivencia, cuando a punto de alcanzar el clímax ella detiene su entusiasmo unas décimas de segundo para hacer la dichosa pregunta: «¿Sabes también quién tiene cáncer?».
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