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La nuclear entra en la carrera a la presidencia francesa

La nuclear entra en la carrera a la presidencia francesa
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El eje Merkel y Sarkozy ha sufrido un duro varapalo en la primera vuelta a las presidenciales francesas. A la espera de saber quién ganará el segundo asalto, que tendrá lugar el próximo 6 de mayo, Angela Merkel y François Hollande tienen también muchos puntos en común. O al menos uno, el nuclear, desde que la canciller, en otro tiempo gran defensora de la energía nuclear, anunciara el año pasado el cierre «irreversible» de las centrales antes de 2022, tras el desastre de Fukushima. Una postura bien diferente de la de Nicolas Sarkozy, que «sólo» pospuso los planes de construcción de nuevos reactores. Dicho de otro modo, el tándem «Merkhollande» tiene más en común en lo nuclear que el «Merkozy».
Si François Hollande gana el próximo 6 de mayo el segundo asalto, no sólo habrá un viraje en lo que a economía se refiere. El socialista, tal y como queda reflejado en su programa electoral, apuesta por reducir la demanda de electricidad de origen nuclear, pasando del 75 por ciento actual al 50 por ciento de aquí a 2025. En cambio, si Sarkozy sale finalmente elegido, él ya ha puesto de manifiesto que prolongará la vida de las plantas más de 40 años.
Se trata de algo inédito hasta ahora en Francia, ya que es «la primera vez que el tema de la energía nuclear entra en el debate electoral», destaca Mariano Marzo, catedrático de Estratigrafía y profesor de Recursos Energéticos y Geología del Petróleo en la Facultad de Geología de la Universidad de Barcelona, y miembro de la Junta Directiva y del Comité Académico del Club Español de la Energía.
«Hasta ahora –prosigue Marzo– en Francia no se discutía el tema nuclear, lo que daba estabilidad a los inversores en este sector». «Sin embargo, ¿quién invertirá ahora en nucleares en un mercado de inestabilidad?», se pregunta Marzo. Y es que «construir una nueva central nuclear requiere unos 7.000 millones de euros de inversión, una cifra recuperable siempre y cuando no vaya a haber cambios políticos en lo que a nuclear se refiere», añade el experto.

La central francesa más antigua
Las muestras son evidentes. Prueba de ello es la central de Fessenheim, cuyos reactores, con 880 MW cada uno de potencia, se conectaron por primera vez a la red en 1977. Y es que esta central se ha convertido en todo un símbolo de los antinucleares franceses, tras el accidente de Fukushima, en Japón, por tratarse de la nuclear más antigua de Francia.
Así, en caso de que Hollande gane la segunda vuelta, es más que probable que sea una de las primeras centrales en caer, ya que el principal rival del presidente se ha comprometido ya a cerrar esta planta ubicada en la región de Alsacia y ha propuesto echar el cierre a un total de 24 reactores para 2025 como parte de un pacto con Los Verdes.
En cambio, si sale victorioso Sarkozy la planta inaugurada en 1977 continuará en marcha, ya qué Nicolas ya ha anunciado públicamente que quiere mantenerla operativa.
De hecho, «el reactor 1, el más antiguo (por sólo seis meses de diferencia), ha recibido recientemente la licencia para operar otros 10 años siempre y cuando cumpla dos requisitos: reforzar el hormigón que hay debajo de la vasija (es la que menos, o al menos una de las que menos, cimentación tiene de los reactores franceses) y mejorar la evacuación del calor», precisa Eduardo Gallego, profesor titular de Ingeniería nuclear de la Universidad Politécnica de Madrid y vicepresidente de la Sociedad Española de Protección Radiológica (SEPR).
Pero el debate no está tan polarizado como a primera vista pudiera parecer. Porque cuando François Hollande propone reducir al 50 por ciento la demanda de electricidad de origen nuclear se pone como fecha límite 2025, cuando tres años antes, en 2022, 22 de los 58 reactores que hay en Francia cumplirán ya los 40 años operativos.
Lo que contrasta con las conclusiones del informe del Tribunal de Cuentas de Francia, que asegura que al Gobierno del país vecino no le queda otra opción que ampliar el periodo de vida de las centrales porque las inversiones necesarias para renovar su capacidad nuclear o depender más de otros tipos de energía (como las renovables) serían demasiado costosas y además llegarían tarde.
 

Pero Francia no es el único país europeo en el que el debate de la energía nuclear está candente. Algunos expertos hablan ya del otoño nuclear en Europa debido al desastre de Fukushima y a la crisis económica. Si bien, los datos del Foro Atómico Europeo (Foratom), facilitados por el Foro Nuclear, reflejan que la construcción de reactores nucleares continúa su curso.
 En concreto, a nivel mundial se están construyendo en este momento 64 reactores, 16 de ellos en Europa (Olkiluoto 3 en Finlandia, Flamanville 3 en Francia, Mochovce 3 y 4 en Eslovaquia, Belene 1 y 2 en Bulgaria y diez nuevas unidades conformarán Atomstroyexport en Rusia). El resto, en India, Brasil, Argentina, China, Irán, Corea del Sur, Estados Unidos, Taiwán, Japón y Ucrania.

¿Otoño nuclear en Europa?
Quizá por eso Gallego no considere que se esté produciendo exactamente un otoño nuclear en Europa. «No sé si es correcto decir que la energía nuclear está en declive, lo que sí diría yo es que no es una primavera nuclear», afirma el ingeniero nuclear. «Y no sólo por Francia –prosigue–. En Alemania está muy claro que la energía nuclear está en declive. En Suiza, donde se declaró vía referéndum que se iban a cerrar la nucleares, también».
«Pero en el resto de países europeos –continúa– no tienen una actitud diferente a la que tenían antes del accidente de Fukushima. Con la excepción de Italia, que iba a construir nuevas nucleares y paró el proyecto, y el caso concreto de la empresa alemana EON que, tras recibir la concesión de un emplazamiento en Inglaterra para instalar una central, decidió finalmente decir que no a este proyecto. En cambio, otros países como Finlandia siguen con su apuesta nuclear, de hecho el país aprobó la construcción de otros reactores después de Fukushima. Inglaterra tiene varios proyectos nucleares en marcha e incluso Francia, también». Si bien, reconoce Gallego, «esta postura podrá cambiar una vez concluyan las pruebas de resistencia a las que se ha sometido a cada reactor», añade.
En definitiva, quizá como dice Gallego no se trate de un otoño nuclear, pero desde luego no es una primavera nuclear. Prueba de ello es que el debate nuclear «salpique» por primera vez las elecciones francesas.