Natación
Ole por el waterpolo por José Arroyo
El waterpolo femenino español participa por primera vez en su historia en unos Juegos Olímpicos. Y, mira por dónde, se han metido en la gran final con todo merecimiento, ganando a rivales con mucha mayor tradición histórica.
Allá por donde van, levantan admiración. A su juego valiente, de calidad y entrega, unen su simpatía, naturalidad y humildad. El otro día levantaron el aplauso de todos los periodistas que llenaban la sala de prensa. En la Casa de España están deseando verlas para darles una ovación y las gradas de la piscina se llenan cuando ellas juegan.
Han sido muchas horas de trabajo, sacrificio y renuncia. Alguno ha ido más allá de lo estrictamente deportivo. Es el caso de Ana Copado, que tuvo que renunciar a su trabajo para estar en estos Juegos Olímpicos de Londres. Es la más veterana del equipo y ella sabía que ésta era su última oportunidad de vivir lo más grande que un deportista puede guardar en sus recuerdos.
Es la portera del equipo, lo dirige desde atrás y lo lidera desde su experiencia y veteranía. La inmensa mayoría sólo vemos el instante glorioso de subir al podio y colgarse la medalla de turno. Pero detrás de todo ello hay una vida de dedicación al deporte sin que nadie les preste nunca atención. Para ella y para todas va esta columna.
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