México
El trofeo de la feria
Santander. Octava de la Feria de Santiago. Se lidiaron toros de Victorino Martín, desiguales de presentación, algunos justos. El 1º, de media arrancada; el 2º, bueno, repetidor, noble y descuelga; como el 3º, que transmitió más; el 4º, toro profundo, con entrega y bueno; el 5º, manejable sin chispa; y el 6º, gran toro, con un temple exquisito. Tres cuartos de entrada largos. Antonio Ferrera, de rosa y oro, pinchazo, estocada delantera, descabello (silencio); pinchazo, estocada caída (saludos). Javier Castaño, de blanco y oro, pinchazo hondo, media, cinco descabellos, aviso (ovación); pinchazo, estocada, aviso, descabello (silencio).Morenito de Aranda, de grana y azabache, pinchazo, estocada corta, aviso (silencio), buena estocada, aviso (oreja).
Lidiaba ayer en Santander Victorino Martín. Se encienden las alarmas. Las premoniciones, algunas antes de tiempo. Victorino echó ayer en Santander una corrida de toros buena. En el sentido amplio de la palabra. Si «Pobrecillo», el segundo, fue repetidor, noble y descolgó la embestida, como el tercero; el cuarto tuvo una profundidad en el viaje tremenda. Pero «Escriño», el del adiós, el último, cornicorto, de 569 kilos embistió con una nobleza exquisita y un ritmo que nos acercaba en un suspiro, en un segundo a miles de kilómetros de aquí: al toro de México. Se reducía el victorino en la muleta, ralentizaba el viaje, casi se dormía para dejar hilar una y otra vez los muletazos. Morenito de Aranda lo tuvo en suerte. Y estuvo a la altura, a pesar de la frialdad del público, y emocionó en un trasteo ajustado en el embroque: deleitándose él con la embestida del toro y transmitiéndolo al tendido. Era una faena intensa, una mezcla de sensaciones. Se puso al natural y el toro se le fue directo al pecho. La cogida resultó fuerte, desplomado en el suelo quizá le remató el toro con un pata de atrás. Sangraba Morenito la oreja. Se repuso sin concesiones a la galería, sin vender más que la honradez del que veía faena y trata de hacerla. Y volvió a lograr buenos pasajes. Se tiró a matar de verdad y cobró una estocada que tardó en hacer efecto. Se le pidió un trofeo. Concedido. Tibio premio para lo que había conseguido en el ruedo. Otros días, con la mitad, doble trofeo. No es justo. El torero burgalés lo necesita y la meritoria faena se la había hecho a uno de esos toros que sólo con leerle la divisa la mayoría nos pondríamos a temblar.
A Victorino ayer no le salió ninguna alimaña ni tampoco un toro de voraz arrancada que desborda de la propia casta. Pero cuatro toros, cuatro de seis es mucho, tuvieron calidad y fondo. Como el primero de Morenito que repitió, que lo hizo con transmisión y descolgaba la embestida por el derecho. La faena gozó de intensidad en la primera parte y después le rajó la muleta. Perdió un tiempo ahí que hizo que se enfriara la cosa.
A Castaño le hubiera cambiado la historia de meter la espada. El segundo hizo un extraño a Marcos Galán, su banderillero, y se lo llevó por delante. Ni una duda arrojó Castaño en una faena maciza y templada a un toro que se desplazó, mejor sin apretarle, y le dejó hacer faena. Repetidor victorino, y noble. El quinto fue manejable pero con poca chispa. Difícil era destacar.
El cuarto tuvo una profundidad tremenda, por ambos pitones, largura, embestida humillada y muy expresiva. Ferrera se acopló mejor en los primeros compases y después la faena, con el paréntesis a izquierdas, perdió rotundidad. Su primero tuvo media arrancada. No más. Pero Victorino Martín ayer sumó, y lo hizo en calidad. Morenito mereció más y el toro también. Las cosas buenas hay que premiarlas, sobre todo para diferenciarlas de la banalidad que nos inunda otras tardes.
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