Crítica de libros

Melancolía

La Razón
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Comenzó como una fiesta –con toques carnavalescos, incluso– y ha terminado por convertirse en la expresión melancólica de una sociedad desnortada e incapaz de concretar sus deseos reprimidos. El 15-M se ha desfondado en el gesto de la protesta. En estos momentos, en los que la acuciante crisis necesita de grandes transformaciones y de acciones específicas que garanticen un cambio crítico y real en el modelo de desarrollo, la actitud adoptada por los miles de «indignados» españoles ha sido la de la pasividad. Protestar contra algo significa liberar energías en oponerse a un estado de cosas ya existente, en lugar de reconducir esos esfuerzos hacia alternativas que fuercen un cambio del modelo vigente. Primero ha venido la escenificación y, con posterioridad, la apertura de un debate. La operación contraria hubiera sido más saludable, entre otras razones porque, sin darse cuenta, 15-M se ha convertido en uno de los vástagos más consentidos del Sistema. Proyectos de acción social como Park Fiction o el italiano OUT han dado en la diana: oponerse al Sistema es entrar en su dialéctica. Lo que hay que generar son líneas de desarrollo social paralelas, alternativas, que permitan jugar con una baraja diferente a la marcada por modelos ya periclitados. Pero es necesario pensar antes de actuar: la acción por sí misma no sirve para nada, a no ser para caer en la melancolía.