Matar al padre

Para los alemanes, hablar del nacimiento y eclosión de la Baader-Meinhof es tan complejo como para nosotros hacerlo sobre ETA. Buena parte del cine alemán que llega a nuestras pantallas quiere exorcizar ese trauma plantándole cara. Es un ejercicio que las tropas del Nuevo Cine Alemán –Fassbinder, Kluge, Schlondorff– empezaron a poner en práctica en los años setenta, enfadándose con el sempiterno espíritu de negación de la sociedad germana. La segunda película de ficción del documentalista Andres Veiel quiere contextualizar los orígenes de la izquierda radical en su país a partir del triángulo amoroso compuesto por la militante Gudrun Esslin, el escritor Bernward Vesper y el terrorista Andreas Baader.

El más interesante de los tres es Vesper, hijo de un poeta y simpatizante nazi que ve en la lucha armada una excusa perfecta para matar al padre. Más allá de la fuerte carga simbólica de este antihéroe paradójico –Vesper es Alemania, la película nunca sabe crear empatía por las motivaciones emocionales de sus personajes, limitándose a describir las contradicciones de su quehacer político. La frialdad es, en este caso, un defecto grave, en cuanto impide que la historia individual y la colectiva respondan a una energía común.

lo mejor:
las contradicciones ideológicas que animan al personaje de Bernward Vesper
lo peor:
las imágenes de archivo que contextualizan la época resultan demasiado obvias