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«Cuando salgo llevo pilas de repuesto»

Para Pedro Antonio Pérez, un empleado jubilado de una empresa industrial, el corazón artificial no sólo le ha devuelto a la vida. También ha marcado el fin de una mala racha que duraba ya ocho años. «A mi mujer le diagnosticaron una enfermedad degenerativa, y la cuidé hasta que falleció.

La Razón
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Luego dejó un gran vacío, y en ese periodo me abandoné un poco, también en temas de medicación», reconoce. Fue su médica de familia la que se dio cuenta de que su estado empeoraba y, tras varios ingresos sucesivos, los especialistas del 12 de Octubre le propusieron la opción del corazón artificial. No fue fácil. En la presentación de ayer contó que una de sus hijas «no quería que fuera un conejillo de indias», aunque «ahora es fan del corazón artificial». El resultado ha valido la pena. No sólo hace vida «normal», da largos paseos, va a la compra, va al cine y lee, su «gran vicio». También juega con sus dos nietas, hace «tertulia» con un par de amigos y hasta tiene previsto viajar. Mucha actividad para tener sólo 12 horas de autonomía fuera de casa con su corazón de titanio, pero Pedro Antonio lo tiene todo planeado: «Siempre llevo dos baterías de repuesto, así que podría estar hasta 24 horas fuera. Además, me pongo las baterías por la mañana y me las cambio por la tarde, después de la siesta. Es por si voy a casa de mi hija y se empeña en que me quede a cenar».