Barcelona

Qué hago yo ahora

El 29 de septiembre, Roser Amills se despierta a las siete y media. La misma hora de siempre, el mismo café con leche, la misma prisa para vestir a los niños. Pero hoy la puerta de la escuela está cerrada. Los niños sonríen encantados. Y Roser reparte la mañana en jugar con Juan, de tres años, a la vez encuentra tiempo para hacer la colada, preparar la comida, consultar el correo electrónico y charlar amigablemente con su hijo Marcel, más adulto y responsable de lo que corresponde a sus catorce primaveras.

Qué hago yo ahora
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«Hace dos meses me quedé en paro: el trabajo estable se extingue, como los dinosaurios», confiesa delante del segundo café del día. Pero a Roser Amills, periodista digital y poeta vocacional, no la para nadie. Ni siquiera un jefe listillo que se inventó un descenso de la productividad para intentar ahorrarse la indemnización. El hombre cortó por lo sano con los cuatro años de Roser al frente de un conjunto de webs que había remontado con su trabajo, para ser sutituida por novatos más económicos. Así que ahora está en manos del Inem. «De momento, soy optimista», se consuela, «porque esta situación me orienta de nuevo hacia mis sueños». El mes que viene publicará un libro de poemas.

Dicen los expertos en «coaching» que el despido es el mejor momento para tomar la vida por los cuernos. Roser toma nota y a media mañana se va al gimnasio, adonde se acaba de apuntar por un euro y medio al día. «Estar en paro rejuvenece en todos los sentidos: te vuelves a sentir frágil e inseguro, como un adolescente que no sabe qué carrera estudiar; pero también flexible y creativo. La tecnología, la experiencia, el trueque, la imaginación y las relaciones personales juegan a favor». De momento, ha quedado con un amigo que la invita a comer en un banco de la plaza. El menú consiste en un bocadillo vegetal y una cerveza sin alcohol. El colmo de la sobriedad.

El Inem es Babel
«Nos reunimos porque tenemos la necesidad de sacar ideas de donde sea. Estamos ante un cambio inevitable del modelo productivo y la clave es reinventarse», cuenta esta mujer sencilla y complicada, capaz de adaptarse a nuestro mundo de progreso en erupción pero con ganas de vivir sin prisas. Posee un título universitario, habla idiomas, se maneja en la red como Pedro por su casa y, para colmo, tiene un don de gentes que ya lo quisieran muchos políticos: su fuerte es el encanto personal.

«La gran diferencia de mi generación con las anteriores es que tenemos muy claro que el trabajo no nos lo van a regalar. Tenemos que crearlo nosotros. Muchos queremos ser empresarios, aunque nos lo pongan todo en contra. De paso, estamos descubriendo la solidaridad». En Facebook, se encuentra un mensaje de su amiga Mónica, que está embarazada y pide ayuda con la cuna, el carrito y la ropa de bebé. Roser se moviliza con sus amigas y al cabo de media hora ya han conseguido un completo ajuar de segunda mano.

Pocos días de huelga fueron tan productivos. Llega la tarde y es hora de salir a pasear con sus cachorros. En la plaza, no hay ni un bar abierto. Está todo muerto. «Los primeros 15 días de desempleo son una especie de duelo en el que miras a los niños y te repites un mantra: ¿Y ahora qué hacemos? De golpe, pierdes las relaciones laborales que habías cultivado durante años. El teléfono deja de sonar. Y renuevas tu agenda».

El siguiente paso es evitar en lo posible la confusión. Pues el mundo del parado cuenta con su propia Torre de Babel: la oficina del Inem. «Como no había nada relacionado con mi sector en la bolsa de empleo, me inscribieron como técnico de imprenta. Es delirante». Sicilia es el mundo, dijo Leonardo Sciacia. El Inem es el mundo: «Van dos tipos de personas: los que llevan corbata y los de chándal. Los primeros aún tienen esperanza. Los segundos han perdido la fe». Para evitar que se amontonen, el Inem ahora permite sellar el paro por internet.

La cifra de parados acaba de rebasar el 20 por ciento. Pero los números no registran a quienes ya dejaron de buscar empleo. Ni a los falsos autónomos. Ni a los inscritos en cursos de formación. En total, ¿cuánta gente busca empleo en España? ¿Cuántos millones de personas no pudieron ir a la huelga? «Se han olvidado de los parados. Creo que hubiera sido mejor organizar una gran manifestación con un lema diferente: «No a las viejas creencias laborales». Centrar la reforma laboral en despedir rápido y barato es un caos. La solución no es despedir, sino motivar. Yo me considero en activo en una empresa en la que sí tengo confianza: yo misma. Y en breve espero encontrar otras empresas con las que asociarme para progresar».