Adicciones
«Tocados por el fuego» por Ángeles López
Cabrera Infante, Peter Gabriel, Britney Spears y ahora Catherine Zeta-Jones. Cada vez que un afectado mediático comunica públicamente su desorden bipolar, los enfermos anónimos lo celebran porque contribuye a la desestigmatización del trastorno y a la esperanza de que las farmacéuticas trabajen en antidepresivos más efectivos, neurolépticos menos lesivos y eutimizantes que logren estabilizar su ánimo para conseguir no abocarles a nuevas recaídas.
Los trastornos del estado de ánimo consisten en un mal funcionamiento de los mecanismos bioquímicos que lo regulan, por tanto, se trata de una enfermedad química de consecuencias mentales. Los psiquiatras manejan unos porcentajes de incidencia que oscilan entre el 2% y el 5% de la población según las distintas gravedades –bipolar I, bipolar II, unipolar distimia, ciclotimia...–. El tipo II es acaso el más frecuente entre mujeres y supone una tendencia a la hipomanía (episodio maníaco moderado) que dura menos de un mes, para entrar automáticamente en una fase depresiva endógena muy aguda.
La mayor parte de los afectados puede sobrellevar ambas fases en su domicilio, acompañado de su familia. Sólo se hospitaliza a un bipolar en fase psicótica si la enajenación puede llevarle a ser temerario consigo mismo o terceros y, en el caso depresivo, si hay una mala respuesta farmacológica o riesgo de suicidio. Tres cosas básicas que necesita un afectado por este trastorno: aceptar su enfermedad –y estar pendiente de sus variaciones de ánimo–, medicación crónica para estabilizar su bioquímica y un correcto manejo del estrés.
Aunque no siempre hay una relación directa entre un acontecimiento externo –positivo o negativo– y una crisis, en un alto porcentaje de los casos resultan ser un detonante: desde el nacimiento de un hijo hasta el fallecimiento de un pariente. Con la medicación adecuada, un afectado de TAB (Trastorno Afectivo Bipolar) puede llevar una vida laboral y emocional perfectamente estable con pequeñas y espaciadas recaídas. Aunque hay muchos estudios abiertos que demuestran la relación entre creatividad y bipolaridad, la comunidad psiquiátrica aún no contempla este hecho.
No obstante, las evidencias hablan por sí solas: «Tocados por el fuego» de este trastorno fueron: Hemingway, Virginia Woolf, Churchill, Lincoln, Silvia Plath, Goethe, Balzac, Melville, Tenesse Williams o Anne Sexton. Se sabe que Haendel compuso «El Mesías» en cinco días durante un episodio de manía, o que Shumann llegó a escribir sus mejores obras estando en euforia moderada. En el otro polo, durante sus peores depresiones, Kierkegaard y Silvia Plath escribieron sus mejores páginas.
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