Pamplona

«Tramposo» no tenía trampas

Gran corrida de Fuente Ymbro y dos orejas: una para Antonio Ferrera y otra para Rubén Pinar 

Rubén Pinar, en un pase de pecho ante el tercero de la tarde ayer en La Misericordia
Rubén Pinar, en un pase de pecho ante el tercero de la tarde ayer en La Misericordialarazon

«Tramposo» no tenía trampas ni las quería ni le hicieron falta. Nunca se cansó de embestir y mira que sumó y sumó en su histórico un importante número de muletazos que en muchas ocasiones bien pudieron pasar por trapazos. Tenía el de Fuente Ymbro la alegría de la casta y la profundidad de la bravura, qué largo y entregado perseguía el engaño de Antonio Ferrera. Al ganadero se le abrirían por dentro las carnes al ver a su pupilo hacer el avión así a pesar del encierro matutino tan largo, a pesar del cuajo del toro, del peso, a pesar de todos los pesares, tiró el animal de ese espíritu bravo que hace del toro una máquina de embestir.

Estábamos en Pamplona con la merienda, lo que casi casi, tampoco se lo crean, se traduce en silenciosa tranquilidad. Y ahí lo vimos en plenitud. Ferrera lo toreó, sí claro, por ambas manos, que era toro bueno por los dos, pero no lo cuajó. Anduvo por fuera primero, buscando la complicidad del público después, y revuelto en sí mismo a la postre. La espada entró a la primera y paseó un trofeo canijo para gran toro. De «Tramposo» nos acordaremos muchas tardes, y muchas ferias. Y el ganadero seguro que también. Movilidad y noblezaFue el festejo de Fuente Ymbro. De todo hubo. Un tercero noblón, con faena para disfrutar partiendo del relajo y encontrando ahí, justo ahí, la razón de ser del toreo. Sentirse, encajarse, disfrutarlo y hacernos a los demás partícipes de ese milagro que sólo se concede a unos pocos. Pero el toreo no se hospeda en todos los lugares y la primera faena de Rubén Pinar no acabó de brotar. Tuvo su trasteo un todo de temple y ligazón pero cobijado en la lejanía, en la poca reunión.

El sexto se desplazaba que parecía un carretón. Y entró la espada y cortó una oreja y mucho más de lo mismo de una labor por fuera, tendente a los circulares, pero ni un muletazo para recordar. Oliva Soto no lo tuvo fácil con el encastado quinto, que no acabó de humillar y tampoco consentía fallos. Puso en escena su ambición y la falta de rodaje le puso a él alguna vez en el precipicio. Todo requiere su tiempo, pero a la verdad no se le puede poner peros. Mucho menos claro fue el segundo y algo pegajoso el primero de Ferrera... Mas qué gran tarde ganadero.