México
Tabaco entre el Vaticano y Hitler
La normativa antitabaco que se pone en marcha desde hoy impulsada por Rodríguez Zapatero lo sitúa entre algunos grandes de la prohibición
El tabaco fue una de las plantas, como el cacao el maíz, relacionadas directamente con el descubrimiento de América. Se ha especulado con la posibilidad de que, inicialmente, los indígenas lo utilizaran para ofrecer sahumerios a diversas divinidades. Sin embargo, con el paso del tiempo el tabaco se fue convirtiendo en un mero disfrute cuya observación causó cierta sorpresa entre los primeros españoles que llegaron al nuevo continente. Al cabo de unas décadas, el tabaco había dejado de ser pasatiempo de los indios para convertirse en gozo de los europeos que lo fumaban, masticaban e inhalaban.
La alegría de tomar tabaco no tardó en llamar la atención de alguna institución convencida de su legitimidad a la hora de regular al completo la vida de sus gobernados. Así, en 1575, un concilio celebrado en México prohibió el uso del tabaco en cualquier iglesia ubicada en México o en las colonias del Caribe. La prohibición no tuvo mucho éxito, pero se convirtió en universal cuando, en 1590, el Papa Urbano VII –un pontífice que apenas duró unos días en el trono de la Santa Sede – promulgó una bula señalando que sería excomulgado todo el que «tomara tabaco en el pórtico o dentro de la iglesia, ya lo mastique, lo fume en pipa o lo inhale en forma pulverizada por la nariz».
La norma impulsada por el pontífice no tuvo repercusión, lo que obligó al Vaticano en 1624 a insistir en la prohibición. Ciertamente, era voluntad del Papa, pero no tuvo mucha repercusión entre unos súbditos que se empeñaban en ser católicos y, a la vez, en fumar incluso en ámbitos eclesiales.
Con todo, sí hubo excepciones de obediencia en algunas zonas católicas de Europa como Baviera o ciertos lugares de Austria que durante el siglo XVII fueron prohibiendo el uso del tabaco. La prohibición se obedeció durante unas décadas más o menos, pero sin entusiasmo, porque en 1848, con las revoluciones, fue desapareciendo entre aplausos de los fumadores católicos o no. Pensaban, a fin de cuentas, que la libertad implicaba también poder fumar.
Así quedaron las cosas hasta que en los años cuarenta del siglo XX el mismísimo Führer impuso la prohibición de fumar en las universidades, oficinas de correos, hospitales militares y dependencias del partido nacional-socialista en todo el territorio del III Reich. Como con la eutanasia, la educación para la ciudadanía o el ecologismo, Hitler se adelantaba a los «progres» de finales de siglo. En 1941, el nacional-socialismo incluso realizó una serie de investigaciones antitabaco bajo la cobertura del Instituto para la investigación de las consecuencias del tabaco de Karl Astel.
La causa era considerada de tanta relevancia por parte de los nazis que hasta 1945, el año de la derrota, impulsaron campañas anti-tabaco que recibían un enorme respaldo de los medios de comunicación y, muy en especial, de la radio. La Historia tiene sus ironías, pero ¿quién hubiera podido imaginarse que, en su fervor anti-tabaco, Zapatero se colocaría al lado de varios papas y del mismísimo Hitler?
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