Premios
Tres décadas de ejemplo
Don Felipe entregó ayer en el Teatro Campoamor de Oviedo los premios Príncipe de Asturias en una ceremonia que presidió junto a Doña Letizia y a la que también asistió la Reina. Los galardones que llevan el nombre del heredero de la Corona han alcanzado la trigésima edición con una salud envidiable, amparados en una institución ejemplar como la Fundación Príncipe de Asturias, que ha convertido estas tres décadas en un incesante torrente de esfuerzos, y siempre con el sueño de distinguir a las personas que pudiesen ser identificadas como un reto, una referencia o un estímulo para sus conciudadanos de un mundo global.
Los premios Príncipe de Asturias han ganado en estos 30 años un merecido prestigio internacional que los ha convertido por derecho propio en una de las distinciones más apreciadas en el mundo de la cultura y las ciencias sociales. Baste repasar la relación de los galardonados a lo largo de estos años para entender que estamos ante un cuadro de honor del pensamiento y de la acción humanos. En esa línea de promover el reconocimiento de personas e instituciones ejemplares, la relación de los distinguidos en esta trigésima edición es un paradigma extraordinario de ese compromiso. Manos Unidas (Concordia), el equipo arqueológico de los guerreros de terracota de Qin Shihuang (Ciencias Sociales), Richard Serra (Artes), los sociólogos Zygmunt Bauman y Alain Touraine (Comunicación y Humanidades), los bioquímicos David Julius, Baruch Minke y Linda Watkins (Investigación) y The Transplantation Society y la Organización Nacional de Trasplantes (Cooperación Internacional), unidos al escritor libanés Amin Maalouf (Letras) y a la Selección española de fútbol (Deportes), componen un abanico de instituciones y personajes que son referentes mundiales en sus respectivos campos, con ese aditivo de la ejemplaridad en unas sociedades necesitadas de guías y espejos en los que mirarse.
De entre todos los acertados elogios a los premiados en el discurso del Príncipe de Asturias, merecen una mención especial sus palabras dedicadas a la gesta mundialista de la Selección, a lo que representa ese puñado de jóvenes deportistas y a la respuesta de un país orgulloso y entregado: «Sois la España joven, ambiciosa y capaz, sin complejos ni renuncias (...) y nos hicisteis sentir la emoción y el orgullo de ser españoles. De pertenecer a una gran nación».
En esa línea de capacidad nacional para superar desafíos y sobreponerse a las circunstancias más adversas, Don Felipe lanzó en su intervención un necesario y realista mensaje de optimismo y de fe en las posibilidades de una España unida para vencer a la crisis, y recordó que la nación «se ha demostrado a sí misma en muchas ocasiones a lo largo de la Historia que sabe superar los momentos más críticos. Ahora ha de volver a hacerlo», para lo que reclamó «proyectos que nos integren cada día más».
Ese proyecto de cohesión, de esfuerzo colectivo y de convicción en el potencial de nuestro país es un mensaje del Príncipe que debería calar en los gobernantes y en la sociedad.
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