Albacete

Sin alegría en casa del pobre

Albacete. Cuarta de feria. Se lidiaron toros de la ganadería de El Puerto de San Lorenzo, Ventana del Puerto (1º) y Martelilla (2º), bien presentados y de juego desigual, destacaron 2º y 5º. Más de media entrada. Leandro, de marengo y oro, cinco pinchazos, bajonazo (silencio); dos pinchazos, entera, seis descabellos, aviso (pitos). Serafín Marín, de rosa y oro, entera atravesada, pinchazo, descabello (ovación); entera (ovación). Sergio Serrano, de blanco y oro, casi entera (ovación tras petición); media estocada (ovación).

Serrano se estira en un derechazo, ayer, en Albacete
Serrano se estira en un derechazo, ayer, en Albacetelarazon

La primera entrega del apartado, digamos torista, de la feria de Albacete, se cubrió con un encierro de Puerto de San Lorenzo remendado con un toro de Martelilla. Un conjunto, como es norma en esta plaza, muy bien presentado y con varios ejemplares de buen juego y posibilidades. El mejor lote fue para Serafín Marín. Se lució al torear a la verónica con el remiendo de Martelilla, al que toreó con mucha suavidad y procurando alargarle el viaje. Al natural bajó mucho la mano, aunque no pudo evitar algún que otro enganchón. Se le fue la espada muy abajo, dejando una estocada que hizo guardia y que contribuyó a enturbiar una labor que, aunque no fue maciza, sí tuvo dignidad. Tardó en romer su qué hacer al buen quinto, del que no encontró la distancia precisa para dar continuidad a sus muletazos y sólo al final subió el tono, sin tiempo ya para sacar mayor provecho.

Sustitución como premio
Sergio Serrano, que se ganó la sustitución del herido Fandiño al salir a hombros en el festejo inaugural del abono, estuvo muy dispuesto toda la tarde. Se hizo ovacionar en los lances de recibo a su muy serio primero, gazapón y sin ninguna fijeza, al que le costó muchísimo plantar cara, buscando siempre su querencia y atacando sin ningún convencimiento, lo que obligó a su matador a fijarle en los medios arriesgando mucho para procurar llevarle metido en el engaño y sin que se parase. Su esfuerzo fue en vano ante la nula acometividad de la otra parte. Se arrimó como un desperado con el sexto, repetidor y alegre en sus primeras arrancadas, si bien luego un punto brusco sorprendiéndole varias veces, sin que su denodada voluntad surtiese efecto.

Pese a que empujó con celo en el caballo, el toro que abrió plaza se rajó ya a la salida del peto y en banderillas buscó descaradamente los terrenos de chiqueros, rehuyendo de plano la pelea y no permitiendo que Leandro le robase prácticamente ni un solo muletazo. Pudo sacarse la espina con el muy bonito burraco que hizo cuarto, mucho más agresivo, arrancándose de lejos y embistiendo con codicia y recorrido, sin que el de Valladolid se hiciese nunca el ánimo, dejando que fuese el toro el que llevase la iniciativa en una faena que no tuvo calado ni desde luego unidad, con muletazos muy diseminados y deshilvanados. Como con el primero, también remató deficientemente su labor con el estoque y terminó siendo pitado. Al final, se demostró que como casi siempre, la alegría dura poco en la casa del pobre.