Sevilla

Cayetana habla de su amor con Antonio «el Bailarín» por Jesús MARIÑAS

Antonio «el Bailarín» junto a una de sus compañeras de baile
Antonio «el Bailarín» junto a una de sus compañeras de bailelarazon

«Antonio pudo haber sido el amor de mi vida», reconoce y confirma la Duquesa sin ninguna nostalgia. Asegura que «se portó muy mal conmigo y con otras señoras», y se ve que les atraía el misterio de la ambigüedad de quien fue nuestro bailarín más internacional. Santi Arriazu escribió sus memorias, aunque muchos de sus capítulos ya se habían adelantado en nuestras madrugadas marbellíes, en las que Antonio salía dando tumbos –y no precisamente gimnásticos– de la Bodega del Casino. Murió mal y empobrecido a pesar del apoyo que le dio la también bailarina Rosita Segovia, su más abnegada pareja.
Cayetana suma, sigue y descubre amores hasta ahora sólo imaginables. Aunque en la sentimental retahíla olvida a Vicente Parra –ahí están Natalia y Lola Herrera como testigos oculares–, sí saca del olvido a Sandokán, «que era bastante tímido». También a Nureyev, otro genio danzante. Le encandilaban hombres de carácter rudo. «Con Nureyev no pasó de coqueteo, lo mismo que con mi íntimo Antonio Ordóñez», aclara. Ali Khan le tiró los tejos recién divorciado de Rita Hayworth. «Me mandaba flores al hotel y eso enfurecía a mi primer marido, Luis», comenta Cayetana. Pone sus recuerdos al alcance de todos a través de sus esperadísimas memorias, que ya están a la venta. Las presenta el 26 de este mes en los Alcázares sevillanos y ya se agotaron las invitaciones. Incluso sin leerlo, es el libro de la temporada. Chorrea morbo porque la Duquesa no se corta un pelo, ni siquiera para adelantar su última voluntad: «El pabellón familiar de Loeches es frío, triste e inhóspito. Parece una pesadilla. Por eso quiero ser enterrada en Sevilla –donde incluso había comprado parcela entre Joselito y Paquirri– y el obispo autoriza que entierren mis cenizas al pie del Cristo de los Gitanos. El epitafio será: ‘Aquí yace Cayetana, que vivió como sintió''».
La Duquesa hace un auténtico repaso a una vida llena de peripecias: «Mis hijos son buenos pero raros y difíciles. Eugenia, Jacobo y Cayetano son mi debilidad y los que más se me parecen. Mi hijo pequeño es el único que se atrevía a entrar en mi habitación sin llamar. Su historia con Mar Flores ha sido de los episodios más desagradables que vivió la Casa de Alba. Fue espantoso».
La Duquesa también recuerda que pudo ser madre de otra hija: «Tuve un aborto natural de Jesús Aguirre. Fue en Córdoba, montando a caballo. Era una niña y me hubiese encantado una pareja para Eugenia, a quien nada le gusta ser llamada duquesa de Montoro. El servicio tenía orden de que a partir de los 18 años se dirigiesen a mis hijos por el título: señor duque de Huéscar, señor marqués del Barco...» Historias de la Historia que aclaran lo hasta ahora sólo contado a media voz.