África

San José

Melilla la España africana

Bastan poco más de doce kilómetros cuadrados para alojar una ciudad en la que el misterio de África y la pasión de España se fusionan. Además, su riqueza histórica y cultural se traslada a los fogones y ofrece un amplio abanico culinario al viajero 

Melilla la España africana
Melilla la España africanalarazon

Al llegar en barco a Melilla mediante tres ferris (Málaga, Almería y Motril) podemos observar cómo nos da la bienvenida la Ciudad Vieja, esa villa encaramada sobre un peñón rocoso, testigo de la historia acontecida desde el siglo XV. La imagen nos recuerda a las villas costeras que hemos dejado atrás en el litoral andaluz, aunque la claridad del mediodía y los rojizos atardeceres parecen indicarnos que nos adentramos en un nuevo continente, y supone el preámbulo a una ciudad diferente donde los sentidos buscan dejarse sorprender y disfrutar.
Melilla la Vieja, o Pueblo, como la denominan de forma cariñosa los propios melillenses, es un antiguo enredo de baluartes, pasajes, torreones y fuertes. Por aquí pasaron los fenicios, que la llamaron Rusadir, más tarde lo hicieron los romanos, cartagineses, bizantinos, árabes y hasta los vikingos recorrieron estas tierras. En 1497 se produjo el asentamiento español de manos de D. Pedro de Estopiñán. Más de 500 años de historia que hacen que la ciudad sea tan africana como europea.
Pasear por las calles de la zona antigua de esta villa es una vía abierta a la evocación medieval. Cada piedra, con su misterio y cada historia con su hechizo, caracterizan a esta ciudad mediterránea. La evolución de los siglos ha permitido conservar ese halo mágico propio del medievo, pero sabiendo conjugar esa tradición centenaria con las exigencias más contemporáneas.
Frente a la Plaza de las Culturas, en pleno centro de la ciudad, está situada la Melilla del siglo XIX formada por los pequeños y coquetos barrios del Fuerte de San Carlos, Fuerte de San Miguel, Alcazaba y Mantelete.
Desde la plaza se puede subir por la carretera de la Alcazaba para contemplar una panorámica del Frente de Tierra y parte de la Ensenada de los Galápagos. Al descender la cuesta de regreso a la plaza se puede ver el frente abaluartado del tercer recinto sobre el Foso de los Carneros, en el que destacan la torre de la Alafía, el cuartel y el baluarte de San Fernando.
A éstos se accede a través del túnel de San Fernando. Desembocaremos en el foso del Hornabeque, antes de pasar el túnel de la Victoria y los baluartes de San Pedro y de San José, situados en el segundo recinto o Plaza de Armas.
Desde aquí seguiremos paseando por las calles y edificios que encierran las torres y murallas renacentistas del primer recinto: la puerta y capilla de Santiago, los aljibes, el conventico que sirviera de refugio a la población en épocas de asedio, almacenes, iglesia de la Concepción y el hospital del Rey, convertido hoy en un original centro de exposiciones.
Como complemento a estas visitas en Melilla la Vieja, podemos visitar los fuertes exteriores a la Plaza, que comenzaron a construirse en el siglo XIX. Desde el fuerte de Camellos, seguiremos por el de Cabrerizas y terminaremos el paseo en el fuerte exterior de Rostrogordo.
La urbe moderna tiene un encanto muy especial. Dejando atrás la ciudad del siglo XIX, el paseo puede comenzar por la hermosa Plaza de España, presidida por el palacio de la Asamblea, la construcción «art decó» de Enrique Nieto. Esta glorieta sigue teniendo una gran animación al tratarse del centro neurálgico de la ciudad. Rodeándola llegaremos al Casino Militar y al Banco de España, dos edificios muy emblemáticos de Melilla.

el «triángulo de oro»
Desde allí, merece la pena prolongar el paseo visitando las calles y manzanas que forman el barrio de Reina Victoria (hoy Héroes de España), conocido como el «Triángulo de Oro».
En poco más de doce kilómetros cuadrados que ocupa su superficie, la magnitud de la ciudad se mide por este complejo entramado social que rezuma vitalidad, y por su gente, pacífica y heredera de la sabiduría acumulada durante siglos de convivencia en la diversidad. El melillense es generalmente agradable con los visitantes porque le encanta todo lo que provenga del exterior y le gusta conocer otros usos y costumbres, al mismo tiempo que no dudará en mostrarnos, entusiasmado, los secretos de su ciudad.
Desde el encanto de las murallas centenarias de su Ciudadela, hasta la explosión colorista de su arquitectura con más de 900 edificios modernistas y «art decó», Melilla ofrece a sus visitantes un sinfín de matices para que recorran sus calles. La presencia del mar y los sabores de las cuatro culturas se muestran en una exquisita gastronomía y en la variedad de las costumbres y expresiones artísticas de la ciudad.
Pocas personas conocen la cantidad de atractivos que invitan a conocer esta urbe. Desde auténticos tesoros que muestran todo el esplendor de una ciudad que vivió la historia como nexo de unión de los continentes, hasta las playas de arena fina que unen Melilla con el Mediterráneo.
 Como no podía ser de otra manera, el mar es protagonista durante todo el año en la ciudad. No es extraño por tanto que destaquen, entre sus atractivos, los deportes náuticos y las actividades al aire libre.
Los amantes de la aventura y el descubrimiento encuentran en esta urbe un punto de partida ideal para iniciar diferentes rutas de aventura. Podemos comenzar por la región del Rif (Marruecos), que desde Melilla se alcanza fácilmente en una excursión corta, que tendrá como punto de inicio y final la ciudad.
 

>> Cómo llegar: por vía marítima: ferry desde Málaga, Almería y Motril. Por vía aérea: ocho vuelos diarios desde Málaga, tres desde Madrid y uno desde Almería, Barcelona y Granada.
>> Más información: www.melillaturismo.com, info@melillaturismo.com/ 952 976 190 / 952 976 189.