Drogas

Unas copas de más por Jesús Fonseca

La Razón
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Más de un millón de adolescentes y jóvenes, entre catorce y 18 años, dedicarán buena parte de su alborozado verano al «botellón», como si de una gamberrada de chiquillos se tratara. Una cifra impactante. Reveladora de nuestra vida cotidiana y costumbres. Muchos de estos chicos, se emborracharán seriamente. Claro que, ¿quién no se ha tomado unas copas de más? Tampoco pasa nada por echar unos tragos de vez en cuando. Lo han visto desde pequeños en casa. ¿Acaso no beben sus padres y educadores? Casi todos miramos a otra parte cuando se trata de asumir que el alcohol es una droga. También en esto nos mentimos, como en tantas cosas. El consumo de alcohol por parte de los jóvenes, como muy bien nos ha recordado esta semana Ignacio Calderón, es una realidad de lo más preocupante; insensatamente aceptada socialmente. Resulta irritante que exijamos a nuestros jóvenes esfuerzo, determinación y oficio para que encuentren curro en una sociedad implacable, y luego nos crucemos de brazos ante una realidad tan tremenda como ésta. ¿Qué hacemos? ¿Prohibir? No soy yo, la verdad, muy partidario de las prohibiciones, ni de las multas. Aunque en este caso no sea ya sólo cuestión de salud pública, sino de civismo. Si tan malo es, ¿por qué no se lo prohíben también a los adultos?, dirán los chicos. Y no les falta razón. Pongamos las cosas al desnudo: todo empieza en casa. Es lo que ven. Lo sé, lo sé. Hay padres estupendos, ejemplares en esto. Pero convengamos en que son una minoría. Todo apunta hacia el mismo sitio. ¿No será cosa de una educación decididamente enfocada hacia el ejemplo? ¿Sabemos que estamos criando generaciones de jóvenes cirróticos? ¿A qué esperamos para dar leña al consumo de alcohol? Muchos son los interrogantes abiertos y pocas las respuestas convincentes. Igual hay que hacer caso una vez más a Al Capone y seguir la pista del dinero. Poderoso caballero.