Pontevedra

Desaire de Sara Montiel a Concha Velasco por Jesús MARIÑAS

Fue unánime. Entusiasmó la proclamación de Paco Nieva como quinto ganador del Premio Valle-Inclán, tras Echanove, Mayorga o Núria Espert. Gritos, ovaciones y alboroto porque se temían lo peor al ver que Concha Velasco, maniobradora donde las haya, llegaba a finalista siendo descabalgados Alfredo Amestoy, Boadella, Flotats y Carlos Hipólito, espléndido en la recreación de Jesús Aguirre en la serie que Cayetana llevará a los tribunales.

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Su hijo Cayetano no dijo nada, y acudió porque Anson le tutela. Fue un justo premio al comediógrafo de 86 años. «Tengo dos más que el Papa», aclaró Nieva, el mejor autor vivo todavía con 15 títulos por estrenar. Observaba expectante una Sara Montiel que evitó sentarse al lado de la Velasco porque, aseguró, «prefiero hacerlo con mi amiga Concha Márquez Piquer y Ramiro». Cristina Goyanes y su íntima Lara Dibildos tenían prisa, y dejaron el segundo plato ante la estupefacción de una Rosa Valenty que sigue creyendo que le echaron mal de ojo. Quizá la Cantudo se dio por aludida mientras Enrique Cornejo evitaba saludarlas. No se le escapó a María Fernanda D'Ocón, ni a Gemma Cuervo, ni a Marisa de Leza. Tampoco a un Sancho Gracia perenne en su galanura. Prepara para julio el Festival Internacional Rias Baixas en Vigo y Pontevedra, donde recitará con Ana Belén y Verónica Forqué. Le vi entusiasmado, como a María Jesús Berlanga, reapareciendo tras la muerte del genial Luis. La acompañaba su hijo Jorge y su atenta nuera. Mantiene su luminosidad por encima de la pena, y Raúl Sender no dejó de consolarla ante Ignacio Rodríguez y el restaurador Arturo Fernández. Cabecearon ante la simpleza del ministro Gabilondo. También estaban Enrique Múgica y Antonio Garrígues, que rió con Laura Valenzuela por su chaqueta roja de policía montada, y una Isabel Mingote realzando distinción. A Blanca Marsillach casi no la reconocieron de lo bien que está. Silvia Marsó se dejó agasajar por Cornejo y José Luis Gómez pidió que le eliminasen como finalista. Sorprendió, porque los elogios eran de campanillas, bien lo remarcó Marcos de Quinto. Su Coca-Cola patrocina la distinción que, extinguidos los vetustos Premios Mayte, es el único trofeo para nuestras artes escénicas. «¿Y por qué no vino la ministra de Cultura?, pregunté. «Se justificó en otro acto», me aclararon, creyendo que ya está de vacaciones. De ahí el discurso plasta y oficialista de Gabilondo, sólo olvidado con los abrazos entusiastas del pimpante Nieva, fiel a su bastón de puño marfileño. Venció la calidad gloriosa y no el compadreo, un gustazo.