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«La Regenta» carne de «Sálvame»
Cuándo: del 29 de marzo al 15 de abril. Dónde: Teatros del Canal. Madrid. Cuánto: de 10 a 22 euros. Teléfono. 902 488 488.
Les vamos a ofrecer una exclusiva: ¿con qué conocido psicoanalista de la ciudad se ha dejado ver últimamente de forma más que asidua Anita Ozores? ¿Conoce su marido la «amistad» que une a Anita con el actor Álvaro Mesía? ¿Qué tiene que decir Petra, su mejor amiga, en la doble vida de Ana? No cambien de cadena, o sea, de página... No se les ha colado una crónica rosa en su sección de estrenos teatrales –que sí, que habrá quien diga que esto mejoraría con más carnaza y menos «bodrios culturetas», pero aquí se trata de darle cancha a lo que se cuece en escena y lo otro está hasta en la sopa–. Lo que pasa es que los escenarios y la salsa rosa se entremezclan por una vez con un inesperado recipiente decimonónico: «La Regenta». La «chef» del invento se llama Marina Bollaín, es una directora teatral con mirada propia y discurso coherente. Y sí, por dejarlo ya claro y no volver al asunto, es la hermana gemela de Iciar Bollaín.
Desde que Albert Boadella le dio a elegir entre Mozart y Clarín para una nueva coproducción con los Teatros del Canal, no dudó: la historia de reputaciones truncadas y cotilleos le llamaba más la atención que volver a «La flauta mágica», y eso que la directora, curtida en zarzuelas, domina el terreno musical.
Moral decimonónica
«La Regenta» levanta el telón hoy en el Palacio Valdés de Avilés, pasará por Gijón (mañana) y llegará el jueves 29 a los Teatros del Canal de Madrid, coproductores junto a la compañía Come y calla. La pregunta era la de siempre: ¿cómo lograr que al espectador de 2011 le enganche una historia escrita entre 1884 y 1885? La pista la ofrece la productora Eva Paniagua: «Es una función muy inteligente, se queda con la esencia de Clarín, cuando hablaba del poder que puede tener el rumor en la sociedad. Lo que hemos hecho es traerlo a los días de hoy, respetando los personajes, poniendo otras situaciones y actualizándolo». Bollaín ha adaptado sin miedo la historia trabajando a cuatro manos con la novelista Vanessa Montfort: la Vetusta en la que se desarrolla la novela –o sea, el Oviedo de entonces ligeramente enmascarado– debía ceder paso a un escenario que hiciera más comprensible el círculo vicioso de cotilleos y rumores provincianos que rodean al matrimonio de la protagonista. Y qué mejor sitio que un plató de televisión y un programa que podría ser, digamos, «Sálvame», su versión «Deluxe» o algún otro por el estilo que me van a perdonar pero ya no alcanzo a nombrar, aunque creo que los hay o eso me parece al zappear. «La televisión entonces eran las tertulias. En los cuatro o cinco primeros capítulos de la novela se habla constantemente de que Ana Ozores cambió de confesor y de cuánto tiempo duró la confesión. ¡En todos los corrillos! En el Casino, en el paseo, en la catedral... A mí me recuerda a ciertos temas sin mucho fondo que se manejan en los programas del corazón.Todos los rumores y cotilleos de la novela serían algo muy parecido actualmente. Ése ha sido nuestro punto de partida», explica Bollaín.
Desde ahí han construido su adaptación con algo de sarcasmo –«nos gusta reírnos de todo esto»–, pero sin caer en el humor. «Vamos a ser lo más fieles que sea posible al original conservando la esencia. Pero imagino que el que conozca "La Regenta"flipará. Esperamos que la obra consiga que la gente reflexione y vea que hemos cambiado poco. Y ese poco quizá sea a peor, porque lo que se consigue ahora mismo es una dimensión global, a través de los medios de comunicación». Lo deja claro Vanessa Montfort: «En la sociedad actual, bajo una costra de modernidad, subsiste una moral decimonónica y se mantiene el chismorreo fácil. El adulterio sigue dando que hablar». La casquería televisiva la escenifican «con distintos flashbacks en los que vemos cómo esa mujer ha llegado a ser noticia y carnaza de un programa del corazón».
En la novela de Leopoldo Alas, Clarín, Ana Ozores llega a la soporífera Vetusta recién casada. Ante su rutinaria vida conyugal, las tentaciones se llamarán Fermín de Pas, su párroco confesor, y Álvaro Mesía, donjuán local. Entre unos y otros, la arrastrarán a la perdición, ayudados por los mentideros de una ciudad incapaz de ocuparse de sus propios asuntos.
En esta versión, Ana Ozores tiene el rostro de Mariona Ribas –su trabajo más reciente es televisivo, «La República»–, mientras que David Luque es Fermín de Pas y Raúl Sanz da vida a Mesía. Los acompañan Chiqui Fernández (Petra), Alberto Vázquez (Quintanar) y Ángel Savín (Visitación). Casi todos los personajes han sido adaptados, siguiendo la lógica del cambio de localización y época. «Hoy en día no sería creíble la influencia de un cura sobre una mujer, como la de Fermín sobre Ana, porque es una historia muy decimonónica, así que hemos usado a una persona que podría tener otro tipo de poder sobre esa mujer, un psicólogo muy famoso que vende libros de autoayuda. A su manera, también es muy embaucador». Lo más complejo de la adaptación, prosigue la directora, era el número de personajes y la rica vida interior que desplegaban: «Clarín les da vida, texto y diálogo, y nosotros hemos tenido que hacer una extrema reducción a siete, porque es una obra de teatro. Hay en la novela una parte pintoresca, el retrato de una sociedad que es difícil de reproducir. Nosotros nos hemos centrado más en las relaciones entre ellos y hemos sustituido esa sociedad asfixiante y agobiante por el mundo de la televisión, en el que estás igual de expuesto».
Álvaro Mesía es aquí «un galán caduco pero que sigue siendo muy valorado por las mujeres», explica Bollaín. Más cambios: «La madre de Fermín es otra estructura antigua: la típica señora que domina a su hijo. Así que, aunque tiene las mismas características, la hemos convertido en su mujer».
El detalle
UNA SERIE IDEALIZADA
En la retina de toda una generación está Aitana Sánchez-Gijón –o sea, Ana Ozores– llorando como una Magdalena, tirada en el suelo de la catedral de Oviedo, mientras Carmelo Gómez –ataviado con sotana– la repudia con un rictus de terror. «La serie de Fernando Méndez Leite tiene una factura maravillosa», reconoce Bollaín, que no niega haberla revisado. «Pero en ella, Vetusta es preciosa: las calles y los vestidos son todos muy bonitos. En vez de una ciudad asfixiante aquello parecía Versalles. Méndez Leite se enamoró de los personajes. En ese sentido, no le hizo justicia a Clarín», dice la directora. «No es que en la obra vayan a caernos antipáticos los personajes, pero hemos tratado de buscar cierta crítica».
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