Estreno

Adelantado a su tiempo por Juan Carlos Naya

Adelantado a su tiempo por Juan Carlos Naya
Adelantado a su tiempo por Juan Carlos Nayalarazon

Gustavo Pérez Puig y Mara Recatero han sido como mis padres, parte de mi familia. He trabajado con ellos durante diez largos años codo con codo. Ante todo, debemos reconocer a Gustavo como el empresario, una figura denostada años atrás y que hoy en día tanto se echa en falta. Como profesional del teatro fue un gran conocedor del público, capaz de atisbar con anterioridad y anticiparse a los gustos de quien asistía a una función. Estuve una década trabajando con él y resultó una etapa maravillosa en la que se llenaban las salas, incluso con espectáculos que de antemano parecían imposibles.

Siempre fue un hombre muy directo y sincero. Sabía perfectamente lo que quería. A veces era desesperante porque cuando intentabas aportar tu punto de vista, siempre solía decir: «No, por favor, los actores no penséis», una frase que podía resultar hiriente en la superficie, pero que en realidad dejaba claro que él poseía un control absoluto de la situación. Dejar algo en sus manos era lo mejor que un intérprete podía hacer. Conocía el mundo del teatro como nadie. Ahora, echando la vista atrás y repasando el pasado que vivimos, uno se da cuenta de que verdaderamente siempre tuvo la razón.

Una constante en Gustavo era que siempre trabajó y se rodeó de los grandes, como Fernando Delgado, Luis Prendes, Emma Penella, Gemma Cuervo, hecho que le facilitaba mucho su labor. Para él sólo existían dos formas de hacer teatro: una bien, y otra mal. No consideraba un punto intermedio, al igual que estaba plenamente convencido de que algunas cosas no admiten una interpretación, son así y se hacen así.

De alguna manera pasó de la empresa privada a la pública con la misma idea en la cabeza: aportar beneficios. Nunca entendió el despilfarro que caracterizaba a la escena pública. Mucha gente le criticó, pero olvidan que ante todo era un empresario y si una función le aseguraba el éxito, seguiría apostando por ella.

A rajatabla
Conozco a Mara Recatero, su esposa. El refrán clásico que dice que detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer aquí se cumple a rajatabla: ambos se complementaban a la perfección, aunque con la peculiaridad de que no veían el teatro de la misma manera y entre ellos discutían muchísimo. Pero se han querido, se han respetado y se han apoyado hasta el final. Eran como mis padres. Al igual que en política, en la que uno dialoga y el otro responde, Gustavo se encargaba de negociar y Mara daba la cara por él, arriesgándose a que se la rompieran, como sucedió en alguna ocasión. Sobre todo tenían muy bien asumido los papeles de cada uno. Eran un gran equipo de dos.

De mi colaboración con Pérez Puig recuerdo las «Mocedades del Cid» con gran cariño, fue mi primera intervención en el Teatro Español cuando él lo dirigía. Le dije que no encajaba en el papel del caballero medieval que se esperaba del Cid Campeador. Yo no me veía, delgado, rubio y con ojos azules. Intenté convencerle de ello, pero él, como siempre, estaba totalmente convencido. Y está claro que me equivoqué, porque finalmente logramos un enorme éxito.
Trabajar con ellos ha sido la mejor escuela a la que un actor puede aspirar. Pero si algo encumbra a Gustavo es el hecho de apoyar y apostar por actores que en ese momento no eran nadie. Trabajó junto a Jardiel Poncela y Buero Vallejo. Tuvo la capacidad de descubrir futuras figuras del teatro y a grandes autores, algo que en la empresa privada resultaba incluso bastante más complicado. Porque apoyar a un autor cuando ya ha triunfado es fácil, pero la dificultad reside en apostar por aquellos que no despiertan interés. Y él supo adelantarse.