Artistas

Les Luthiers locos egregios

«Lutherapia»Texto, música, arreglos, dirección e interpretación: Carlos López Puccio, Jorge Maronna, Marcos Mundstock, Carlos Núñez Cortés, Daniel Rabinovich. Palacio de Congresos de Madrid.

Maronna, López Puccio, Rabinovich y Núñez Cortés, en «Lutherapia»
Maronna, López Puccio, Rabinovich y Núñez Cortés, en «Lutherapia»larazon

Un claro síntoma de la inteligencia de Les Luthiers –llevan años demostrando que andan sobrados– es su capacidad para la autoparodia. No sólo como grupo, con bromas y guiños cargados de referencias a su repertorio e historia, sino en tanto que argentinos. El hilo argumental de este nuevo espectáculo del genial quinteto es un feliz hallazgo: sienta en un diván a dos de ellos, Marcos Mundstock y Daniel Rabinovich, los más discursivos y los que mejor se manejan en el diálogo cómico. Este motivo, que vertebra los números musicales, desmonta con brillantes latigazos de humor juguetón el tópico del psicoanalista argentino. «Pero cómo, ¿me va a cobrar? ¿Y nuestros años de amistad?», le pregunta al comienzo Rabinovich al «psicoanalista» Mundstock. «No... Esos no se los cobraré», sentencia éste.

Y así, imaginen, hora y media de ir y venir entre paciente y doctor –lo mejor del espectáculo son, sin duda, sus desencuentros– en la que de paso nos curan a todos un poco del mal del aburrimiento y de la depresiva realidad que nos asola fuera del auditorio. Cada visita de Les Luthiers supone una comunión entre el grupo y un público fiel que ya sabe que le espera un universo pelín naïf, siempre blanco y señorial –no les hace falta recurrir al humor grueso, están muy por encima de eso–, un repertorio ingenioso y elevado que nunca cae en lo pedante. No deja de sorprender lo difícil que parece hacer llorar de risa con una «cumbia epistemológica» que narra un flirteo de discoteca con Kant y Santo Tomás como tema de conversación, y lo fácil que lo hacen Carlos López Puccio, Carlos Núñez Cortes, Jorge Maronna y compañía. O la naturalidad con la que convierten el tarareo en un arte en su «Aria agraria», bucólico trabalenguas. Son algunos de los momentos inolvidables de este nuevo espectáculo, «Lutherapia», junto a un hilarante vals geriátrico o su espacio para el merecido exhibicionismo musical, la «Rhapsody in Balls», en la que Maronna demuestra su talento como solista al mando de uno de sus proverbiales locos instrumentos de fabricación casera, el bolarmonio, una veintena de balones transformados en un órgano.

Como les ocurría en «Todo por que rías» o en «Los Premios Mastropiero», sus más recientes visitas, son humanos, y pinchan: temas como «Las bodas del rey Pólipo» o «El flautista y las ratas» no pasan de correctos y logran arrancar, justitos, una sonrisa. Pero ya les gustaría a muchos rozar la media de calidad de estos veteranos que, tras cuatro décadas y media en la carretera, y con una propuesta que no ha variado en lo esencial, siguen siendo maestros del humor.