Asia

China

El «superpolicía» chino a prisión

El ayudante de Bo Xilai ha sido declarado culpable de encubrir un crimen

El agente que con su declaración hizo estallar el escándalo Bo Xilai terminará en prisión por revelación de secretos
El agente que con su declaración hizo estallar el escándalo Bo Xilai terminará en prisión por revelación de secretoslarazon

PEKÍN- El «superpolicía» chino, Wang Lijun, fue condenado ayer a 15 años de prisión, una sentencia que cierra otro capítulo del peor escándalo que ha sufrido el país en décadas. Wang era jefe de Policía y mano derecha del ex gobernador de Chonqing Bo Xilai, con quien se ganó fama de tipo duro e incorruptible que no se achanta ni siquiera ante las poderosas mafias. Su imagen de justiciero inspiró incluso una serie de televisión en la que se le retrató como un héroe, con decenas de cicatrices por todo el cuerpo, algunas por heridas de bala. El descenso a los infiernos de Wang se habría iniciado en marzo, cuando se negó a encubrir el crimen de la esposa de Bo, la abogada Gu Kailai, quien semanas antes había envenenado con cianuro a un empresario británico en la habitación de un hotel. Tras enfrentarse con su jefe y mentor, Wang empezó a temer por su vida y decidió refugiarse durante unas horas en el consulado estadounidense de Chengdu.

A partir de ese momento, el Gobierno central intervino y comenzó un culebrón que ha dejado al descubierto el escalofriante panorama que se esconde tras las bambalinas del poder en China. La rebeldía y el testimonio de Wang han servido para hacer justicia y para hundir la carrera de Bo Xilai, estrella ascendente de la política nacional y hombre con muchos enemigos en el Politburó. El «superpolicía», sin embargo, cometió un crimen imperdonable para el Partido: acudir a una sede diplomática extranjera y revelar secretos de Estado, obligando a llevar con una cierta transparencia un escándalo que deja en entredicho a toda la clase política. Así, se decidió sentarlo en el banquillo acusado de deserción, abuso de poder y corrupción. Los 15 años de cárcel que le han caído suponen una condena suave para el tipo de cargos que le fueron imputados. De hecho, algunos analistas se inclinan a pensar que la «benevolencia» con Wang significa que Bo acabará en el banquillo. Hasta ahora, el ex gobernador de Chongqing sólo ha sido apartado del poder y expedientado en el Partido.

Según abogados chinos, Bo podría ser sentenciado a entre tres años de cárcel y cadena perpetua, dependiendo de si se le acusa de encubrimiento de asesinato o de conspiración para asesinar. Sea como sea, parece que el Partido está decidido a cerrar el «caso Bo» antes de celebrar el congreso de octubre, en el que se debería renovar toda la cúpula del poder. Diferentes expertos coincidían ayer en señalar que los partidarios de Bo han sido barridos en la pugna por el poder y que la forma de hacer política con la que consiguió enormes cuotas de popularidad se ha desvanecido para no volver.

Bo logró combinar en Chongqing el crecimiento económico y una mejor reparto de la riqueza, salpicándolo todo con aparatosos desfiles de «nostalgia» maoísta, salvajes campañas policiales y con un discurso populista, algo que sus rivales interpretaron como la prueba evidente de que estaba intentando convertirse en el candidato del pueblo, saltándose los mecanismos «sagrados» del Partido para repartir cuotas en el Politburó. El último episodio que falta para cerrar el escándalo es, precisamente, el destino que correrá el propio Bo Xilai.