Estreno

Maribel Verdú : «En ‘‘Blancanieves'' está la España que llevamos en las venas»

Día redondo en San Sebastián: el concurso se inaugura con la cinta muda española protagonizada por la actriz, y Ben Affleck se confirma como un gran director con su tercer largo

Verdú flanqueada por la Blancanieves niña, Sofía Oria, y la joven, Macarena García
Verdú flanqueada por la Blancanieves niña, Sofía Oria, y la joven, Macarena Garcíalarazon

«Parece que las críticas las hubiera escrito mi abuela». Con esa sensación volvió Pablo Berger cuando presentó «Blancanieves» a la industria norteamericana en Toronto. Su paso por San Sebastián no ha sido menos glorioso. Y, aunque sea faltar a la prudencia porque se trata del primer filme a competición, muchos la incluyen ya como uno de los fijos del palmarés. No le ha frenado, de momento, ni comparecer en pleno año de resaca de «The Artist» con una película muda, aunque con una banda sonora omnipresente de Alfonso Villalonga. El guión encaja con acierto la crueldad del cuento de los hermanos Grimm en aquella España de los años 20 con una coartada narrativa inmejorable como es la tradición de los enanos toreros. En suma, un filme taurino y racial, que no folclórico, a pesar de que la protagonista sea aquí hija de un torero (Daniel Giménez Cacho) y una cantaora (Inma Cuesta). Lucen las dos actrices que encarnan a Blancanieves (Macarena García y Sofía Oria), la ternura de una abuela-madraza (Ángela Molina), pero, sobre todo, la madrastra, una enfermera que aprovecha la viudez del torero tras sufrir una cornada para hacerse la dueña y señora del cortijo y martirizar con los trabajos más duros a la hija de la artista, a la que su padre no quiere ni ver porque es la causa de haber perdido a su primer amor, que murió en el parto. Esta mala con pintas es Maribel Verdú, que acrecenta su aura de gran actriz en la madurez, después de haber sido una de las adolescentes más solicitadas por el cine español. La Verdú se paseó en traje de noche porque no podía quedarse a la alfombra roja, ya que le aguardaba una doble función de teatro en Logroño, pero ha sido uno de los principales motivos por los que este milagro cinematográfico acabará por subir a las marquesinas el próximo viernes.

-¿Alguna vez temió que el proyecto no se pudiera llevar a cabo?
-Claro, y Pablo Berger también, esto parecía una quimera. Estuve al lado del director cinco años y me iba informando de todos los productores que se acercaron al proyecto y, finalmente, se echaron para atrás. Cada año me decía que me reservara septiembre para el rodaje y nunca llegaba. Hasta que, por fin, me llamaron para hacer las pruebas de vestuario. Ya sé que es una frase muy manida, pero este es mi verdadero sueño hecho realidad.

-Ya en pantalla, ¿qué es lo que más le ha sorprendido de la película?
-El guión es tan complejo, tan bestia, lleno de planos y situaciones, e, increíblemente, todo está plasmado. Cuántas veces uno se sorprende de la incapacidad para llevar a cabo lo que el guionista escribe. El tándem Berger-De la Rica (director de fotografía) es alucinante.

-Uno de los grandes méritos de la película es su profunda españolidad sin rozar el tópico.
-No es nada patriotera. Pero sí muestra nuestras raíces. Es esa España que tenemos en las venas.

-Tiene una enorme colección de personajes sufrientes y angustiados: ¿Se disfruta más haciendo de malvada implacable?
-En el cine me han matado, maltratado… La mayor parte de las veces he tenido que sacar adelante la familia, a los hijos y a mí misma. Venga Guerra Civil y botita de borrego… De repente, haces de mala y no tienes que pedir perdón y duermes con la conciencia tranquila. «¿Cuál es la profesión de tu personaje?», me preguntan. «Es mala y nada más», respondo.

-¿Pero llegó a comprenderla?
-Sí, claro. Además, por lo que me dicen es una mala que no cae mal, porque es tan patética y extrema que causa gracia.

-Ya antes de su estreno, las críticas de Toronto, la preselección para los Oscar, la acogida en San Sebastián se está convirtiendo en fenómeno: ¿Siente que puede ser un hito en su carrera?
-En la trayectoria de cada uno hay subidas y bajadas, pero hay picos, en los que conquistas o te conquistan. Siento que este es uno de los 8.000 de mi carrera.

-Parece que el mito de pasados los 30 las mujeres no tienen grandes papeles en el cine no se cumple con usted.
-Es cierto que según voy cumpliendo años voy haciendo personajes más complejos y profundos a los que con sólo mirarles a los ojos deben mostrar que hay mucha vida detrás. Pero si todas las actrices dicen que a partir de los cuarenta algo pasa, me pasará, tarde o temprano, no creo que sea la única. Hay que saber que cada edad tiene un registro, lo tremendo es tener 55 y querer hacer de Blancanieves. Ahora mismo no podría hacer la Trini de «Amantes».

-En su reciente biografía afirma que «hice todo antes en el cine que en la vida»: ¿Eso hace que las cosas en la realidad fueran más decepcionantes?
-Efectivamente, yo fumé, hice el amor, conduje… antes en las películas. Pero en la vida todo es mejor. Lo otro es falso, buenas mentiras, pero mentiras al fin y al cabo.

 

Affleck, basado en hechos reales
«Argo» comienza con el asalto a la embajada de EE UU en un país árabe. No es que Ben Affleck haga cine de urgencia, sino que la historia no deja de repetirse. En 1979, los iraníes quieren ajustar cuentas con el gobierno de Carter por haber ofrecido asilo al último Sha, al que, a su vez, habían ayudado a subir al poder. Algo parecido le ocurrió con su primera película como realizador «Adiós, pequeña, adiós», que tuvo que retrasar su estreno por el parecido con el caso de Madeleine McCan: «No creo que sea cuestión de anticiparme a la historia, son solo casualidades», afirma el actor. Lo que parece casual es su buen oficio para la dirección, como ya demostró en «The Town. Ciudad de Ladrones». «Argo» es un gran equilibrio entre el thriller, el drama, el cine político y la comedia con una gran parodia a Hollywood ejecutada por dos de sus grandes, John Goodmann y Alan Arkin. «He tenido una ventaja, pues he podido copiar el estilo de mis películas favoritas. He podido robar descaradamente de ellas. Y si opinan luego que "Argo"es mala, diré que está copiada de las de los 70», bromeó el director, que también protagoniza el filme encarnando a un agente que se le ocurre rescatar a los seis diplomáticos que huyeron de la embajada fingiendo que vam a rodar una película de ciencia ficción en Teherán. Lo dicho, la realidad, en ocasiones, no sería capaz de escribirla ni siquiera un ingenioso guionista.