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Epifanía sangrienta en Nigeria
Las amenazas se hacen para cumplirlas. Boko Haram lo sabe, sus seguidores también. Sólo los ingenuos no creen las advertencias de los fundamentalistas. El mismo día que expiró el ultimátum del grupo radical islámico, tres atentados con bomba en el noreste de Nigeria causaban destrozos pero no víctimas en un cuartel de aduanas de Maiduguri y en un bar de Damaturu
Al día siguiente, los objetivos fueron, directamente, los fieles de una iglesia cristiana en Gombe. Los milicianos entraron en el templo y a sangre fría dispararon contra los feligreses. Seis nigerianos murieron durante los ataques y diez resultaron heridos. Ayer, con el mismo modus operandi, un grupo de hombres armados con kalashnikovs irrumpió en una reunión de cristianos en Mubi y abrió fuego al grito de «Dios es el más grande». Al cierre de esta edición, al menos veinte personas habían fallecido durante el ataque.
Okey Raymond, de 48 años, se escondió bajo una mesa y después huyó por una de las puertas traseras. Asistía a una reunión entre comerciantes cristianos de la etnia igbo antes de abrir sus tiendas. «Empezamos a escuchar disparos por las ventanas. Todos corrimos por seguridad, pero los hombres armados gritaban ‘Dios es el más grande' mientras nos disparaban», contó Raymond a la agencia Ap mientras describía que también iban armados con cuchillos y machetes. Otros quince igbos resultaron heridos en Mubi, en el estado de Adamawa, cerca de la frontera con Camerún. Los igbo, una de las tres etnias principales del país, suelen ser mercaderes, naturales del sureste de Nigeria, pero acuden al norte para hacer negocios. Desde que han comprobado que se han convertido también en objetivo de Boko Haram, muchos comenzaron ayer la huida.
Y es que el domingo por la noche la secta islámica lanzó un ultimátum a los cristianos del norte del país, quienes tenían tres días para abandonar la zona de mayoría musulmana. Para dotarle de un mayor radicalismo, Abul Qaqa, que suele hacer de portavoz del grupo, no sólo instó a los cristianos a huir, sino que hizo un llamamiento a los «suyos» a volver al norte. «A los hermanos musulmanes del sur para que vengan al norte, porque tenemos pruebas de que han sido atacados», dijo Qaqa en declaraciones recogidas por el diario «Daily Trust».
Las autoridades no tomaron en serio las amenazas aunque sí reconocieron «estar alerta para enfrentarse a cualquier eventualidad». El presidente de Nigeria, Goodluck Jonathan (cristiano del sur), decidió decretar el estado de emergencia –después de la matanza del día de Navidad, que causó la muerte a 42 personas en un total de cinco ataques (tres a iglesias cristianas) –en los estados norteños de Níger, Borno, Yobe y Plateau, este último justo en el centro del país y llamado «el muro divisorio entre las dos Nigerias». Sin embargo, los ataques de los últimos dos días no se han producido en estos cuatro estados. Al portavoz de Boko Haram le irritó que Jonathan acudiera a una de las iglesias en las que más víctimas se registraron durante el día de Navidad. «El presidente no ha ido nunca a visitar los lugares donde han muerto musulmanes», opinó. En represalia, el jueves su milicia islámica volvió a atacar un templo cristiano.
Johnson Jauro, el pastor de la Iglesia de Profunda Vida en Gombe, capital del estado con el mismo nombre, aseguró a Reuters que «los atacantes comenzaron a disparar esporádicamente. Dispararon a través de la ventana del templo y mataron a mucha gente, incluida mi mujer». También el jueves, dos supuestos miembros de Boko Haram fueron detenidos después de que un padre y su hijo fueran asesinados en Maiduguri.
La milicia terrorista, que en hausa significa «la educación no islámica es pecado» y que quiere imponer la «sharia» o ley islámica en toda Nigeria, ha aumentado los atentados en el país más poblado de África y con ello el miedo a una guerra sectaria. Además, los analistas temen que Boko Haram se haya especializado en el último año y haya estrechado lazos tanto con Al Qaeda en el Magreb como con la somalí Al Shabaab.
Oleada de protestas
La escalada de violencia de los últimos días en la zona musulmana se ha convertido en una pesadilla para el débil Gobierno central. Además, el presidente Jonathan se enfrenta a un duro clima social desde que anunciara, el domingo pasado, el fin de los precios subvencionados del combustible, una medida que, según cifras de la agencia France Presse, disparó los precios en las gasolineras: el lunes el litro pasó de costar 65 nairas (0,30 euros) a unas 140 nairas (0,66 euros). Desde entonces, una oleada de protestas recorre el país con amenazas de huelga general.
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